Uno
de los temas estrella del acuerdo entre PSOE y UP para la formación del
gobierno de coalición es el tema del salario mínimo. Si todo marcha con buen
pie y no se tuerce la investidura el smig conocerá en los próximos cuatro años sucesivos
avances hasta llegar a los 1.200 euros al final de la legislatura. La cosa no
es irrelevante. ERC sabrá si ese incremento bien vale la misa de la investidura
o no. Con todo, no serán fáciles las cosas. Los partidos de la derecha de
secano y orinal ya pusieron el grito en el cielo cuando el presidente Sánchez
incrementó el smig. Ahora ponen las lanzas en ristre y --ancilarmente de los
poderes del gran parné-- arremeterán
contra tal incremento. No se espera originalidad en los argumentos, serán los
mismos que esgrimieron en los tiempos de María Castaña: perjudicará la creación
de empleo, repercutirá negativamente en la productividad y será una
interferencia a la recuperación de la economía. Exactamente el mismo
argumentario que propalaron los amos
en tiempos de la primera revolución industrial. El salario del miedo. Filosofía de baratillo.
Unai Sordo ha llamado la atención de un detalle: los
sucesivos incrementos del smig deben ser negociados entre el gobierno y los
agentes sociales. En concreto, podría ser el inicio de unas nuevas relaciones
entre la política y el sindicalismo confederal. «Hoy la clave es una reforma fuerte,
encontrar un espacio de negociación de la política con el mundo social y del
trabajo, con sus actores, y el apoyo a la investidura de un gobierno
progresista», como decimos Javier Tébar y
un servidor en un artículo que nos publica El País hoy, día de Navidad. Aqui está: https://elpais.com/ccaa/2019/12/24/catalunya/1577200625_430697.html
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