miércoles, 2 de octubre de 2019

Ese 1 de Octubre en Cataluña




Barcelona: 18.000 personas en la manifestación que conmemora el 1 de Octubre de hace dos años. Es el recuento de la Policía Municipal. El sector ratafía del independentismo ha recurrido la cifra al VAR y ya se verá qué sanciona. En todo caso es una acción de baja intensidad. Hay quien justifica esa flojera de remos con el argumento de que se precisa modular los esfuerzos. Puede ser, pero tiene la pinta de ser una excusa ingeniosa.

Pero también hay –incluso desde las filas del secesionismo--  quien considera que esa mengua de la movilización es fruto de la inquietud que han causado las recientes detenciones y su relación con la química orgánica. Son sectores que no quieren verse envueltos con aprendices del sabotaje. Por otra parte, también hay quien entiende que la cosa, no solo no avanza sino que retrocede. Un retroceso que es debido a que la utopía, que se ha vendido, es pura filfa. O, por mejor decir, es una caco utopía.  

Descenso, de momento, de la movilización, que está acompañado por una retórica tan petulante como altisonante. Es para partirse de risa: llamamientos a la desobediencia civil e institucional pero –por si las moscas--  Torra descuelga el letrerillo de la balconada del Palau, tal como le había exigido el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya. Y tres cuartos de lo mismo: la aguerrida CUP quita la pancartilla del Ayuntamiento de Berga. La retórica made in Waterloo se queda en bravuconadas.

Descenso de la movilización, de momento. Y simultáneamente está la aparición de algo tan chocante como las marchas de antorchas independentistas: una estética que comparten con organizaciones y movimientos que, antaño y hogaño, se nos antojan algo más que inquietantes.

Descenso de la movilización, por ahora. Pero potencia verbal para disimular la parábola: «Vamos a la República sin excusas». Sin excusas, ha dicho ese atolondrado lugarteniente del hombre de Waterloo. ¿Las ha habido hasta ahora? ¿Quién las ha puesto? Las reclamaciones deben dirigirse al maestro armero.



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