Ya
conocen ustedes la sentencia contra los dirigentes independentistas. Las
movilizaciones en su contra han empezado. No sabemos cuánto ni cómo durarán.
Sea como fuere, es más necesario que nunca que las cabezas estén su sitio.
El
independentismo necesita cabezas sobrevenidamente sensatas. Con la suficiente
sesera como para plantearse toda una serie de cuestiones para no llevar a
Cataluña (y sus alrededores) a un estropicio de larga duración. Sensatez que
requiere los suficientes redaños para ir a contra corriente. Depende cómo se
reaccione contra la sentencia del Tribunal Supremo las cosas tendrán uno u otro
cariz.
Vale
la pena traer a colación la reciente autocrítica
de Artur Mas cuando
afirmó que «había subestimado el poder del Estado». Realmente chocante: el
cabecilla de un movimiento que desconoce el poder del adversario. Eso le pasó
al fraile Savonarola,
su «hoguera de las vanidades» acabó siendo minúscula candela contra los Médicis y su retórica
macabra fue sólo ceniza frente a la mano larga del valenciano Alejandro VI. Mala cabeza
la del iracundo predicador. Mala cabeza la de Artur Mas que confundió un
chinchorro con un trasatlántico.
Ya
han empezado las movilizaciones contra la sentencia. Normal dadas las
circunstancias. Pero, de igual manera, debería ser normal que alguien con mando
en plaza se plantara y acompañara a Francesc—Marc
Álvaro con su reciente pregunta: «Después de las manifestaciones,
¿qué?». Álvaro es un periodista, que se debate entre Escila y Caribdis, y que
con inusitado arrojo afirma que «no habrá nada parecido al momentum que mencionaba Torra». Y añade que tales manifestaciones
«no durarán siempre». Aunque podría haber dicho que durarán hasta la derrota
final. Es más, su duración e intensidad estarán en función de cómo sean
tratadas desde Madrid.
Lo
que digo no debe entenderse como observaciones para prevenir al
independentismo. Simplemente mi interés está en que, de momento, no dañe
irreparablemente a Cataluña, que equivale a decir a sus clases populares y a
España. Pero esto es pedir peras al
olmo, por lo menos al independentismo, sector Louis Vuitton.
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