jueves, 12 de septiembre de 2019

Novedades de este 11 de Setiembre




600.000 personas no es moco de pavo. Todo intento de menospreciar esa multitud sería digno de diplomatura en estupidez. 600.000 personas reunidas tiene una enorme importancia. El dato lo ha proporcionado la Guardia Municipal de Barcelona.

Pero como digo una cosa digo la otra: es la manifestación menos nutrida desde 2012. Y comoquiera que cada año se produce un descenso de participación es lícito que formulemos que la militancia independentista es como una parábola descendente. Con relación al año pasado la participación ha bajado en un cuarenta por ciento. Es una caída drástica justamente cuando el sancta sanctorum independentista  ha preparado un tsunami para que “España” sepa lo que vale un peine. La cosa, afortunadamente, se ha quedado en marejada.

Este 11 de septiembre presenta algunas novedades dignas de ser estudiadas. 1) La división entre las fuerzas políticas independentistas parece que se traslada a las relaciones entre la Assemblea Nacional Catalana y Omnium Cultural. Cosa relevante porque ambas asociaciones han actuado como macizo del secesionismo. 2) Las órdenes menores conventuales –CUP, Arran y CDR--  se manifiestaron al margen del sector mayoritario con la intención de ocupar el Parlament de Catalunya, que impidieron eficazmente los Mossos d´Esquadra. 3) Estos grupos, que no sobrepasan   el medio millar, no sólo lanzan ásperas críticas contra sus hermanos mayores sino contra los mismísimos presos a los que acusan de «haber aceptado ser rehenes». Una acusación tan irrespetuosa como calumniadora. Horas antes le propinaron una sonora pitada al mismísimo Torra en el Fossar de les Moreres. Es la degradación de un movimiento fracasado, todavía no consciente de su derrota. Un movimiento, cuyas divisiones internas recuerdan a las de los güelfos medievales de la Italia septentrional. Blancos contra negros que se vieron las caras en no pocas ocasiones con las armas en la mano. En Campaldino, entre otras, donde no quedó títere con cabeza.

El declive participativo  en la Diada tiene su explicación: en primer lugar, el fracaso del diagnóstico y de sus soluciones; un fracaso que conduce a la división y proliferación de órdenes monásticas, que rivalizan entre sí por la hegemonía en el interior del independentismo; y, en segundo lugar, la poquedad de sus dirigentes, que en el libro de contabilidad han visto que se pasa de 1.800.000 a un millón y, a continuación, a seiscientos mil y siguen erre que erre.  Líderes de chichinabo.

De marejada en marejada hasta la calma chicha final.

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