La
sesión parlamentaria de ayer elevó a hipótesis más que plausible que no habrá
acuerdo entre las izquierdas para investir a Pedro Sánchez como presidente del
Gobierno. El PSOE no parece darse por enterado de lo dicho por Einstein: «Dios
no juega a los dados con el Universo». A su vez, Podemos no ha leído a Séneca,
cuando relata la maldición que cae sobre el emperador Claudio: remover los
dados eternamente en un vaso agujereado. Lo que viene a cuento porque una y
otra formación dan la impresión de que se juegan la suerte a los dados: la
posibilidad de un gobierno de centroizquierda en manos del azar.
Pregunto:
¿qué necesidad tenía el fiel diputado Simancas de traer a colación la poca
fiabilidad de los de Pablo Iglesias? A veces no es aconsejable repetir las
evidencias en política. Así que me cuesta trabajo creer en la utilidad del discurso de Simancas. Peor todavía, lo
considero un inconveniente para la posibilidad, francamente remota, de la investidura. O tal vez por ello el
diputado lo hizo a cosica hecha: para impedirla. Pero entonces lo que
correspondería es dejarse de inútiles requilorios. Es decir, que el PSOE tire
por la calle de en medio. Ahora bien, así las cosas, deberá apechugar con sus
consecuencias. Si le sale el tiro por la culata pocos creerán que Pablo
Iglesias el Joven es el único culpable. Este podrá acabar ciego, pero Sánchez
puede perder un ojo. Pero más preocupante sería el infierno que caería sobre la
población: las tres derechas y cierra España. Y nosotros a golpe de lamento
recitando aquello de: «En tan grande polvareda perdimos a don Beltrán».
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