La
división del independentismo ha llegado al último reducto de su unidad, la
cárcel. Los dirigentes políticos presos
mantuvieron la compostura unitaria, al menos aparentemente. Pero el
independentismo tiene tanta tozudez bronquista que, cuando no sabe de qué
manera reaccionar contra el enemigo
español se enzarza entre ellos mismos. En eso enlaza con aquella constante
de la historia florentina de la época comunal: cuando una fracción eliminaba a
su rival, la bronca –frecuentemente armada--
estaba asegurada en esa misma fracción. Gúelfos negros que derrotaban a
los güelfos blancos acababan en luchas sangrientas entre los negros. Aquí, la
sangre no llega al río, menos mal.
De
hecho, tras la división en las cárceles ya no queda espacio donde el
independentismo mantenga su unidad. Es el reino de la zahúrda. Es lo que ocurre
cuando uno se empeña en no salir del callejón sin salida, que los franceses
llaman cul de sac. La división es el
resultado de la falta de un líder—sastre que cosa los diversos retales. Antes
al contrario, el independentismo se significa porque sus líderes principales
son más alborotadores que otra cosa.
Sí,
la división ha entrado en la cárcel. Jordi Sánchez, comodín de diversas salsas políticas catalanas
que han ido vagando de fracaso en fracaso, ha acusado a Oriol Junqueras, «su urgencia por ir a
nuevas elecciones». Sánchez, por otra parte, nos ha dejado unas declaraciones un
tanto chocantes: «Si no hay unidad es por incompetencia de sus dirigentes».
Alto ahí, me digo: si no hay unidad es porque los objetivos son imposibles y,
fracasado el camino, cada cual organizada su desbandada. Lo que no quita,
naturalmente que, así las cosas, los dirigentes sean unos incompetentes,
incluido si se concede su propia absolución, el mismísimo Jordi Sánchez.
Duras
palabras las de este Sánchez: está acusando al líder de Esquerra de
incompetente y no querer la unidad, ya que la falta de ella parece convenir a
Junqueras, afirma Sánchez, güelfo blanco contra Junqueras, güelfo negro. En
conclusión, el independentismo está, ahora mismo, algo peor que derrotado, está
dividido.
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