La
musa del independentismo onírico, Pilar Rahola, certifica que la división ha sido la regla
del procés. Ahora, afirma la veterana
periodista, se ha llegado a su momento culminante. Rahola, dolorida hasta el
colodrillo, sitúa con una fenomenal primicia informativa, el origen de la
división del procés: la investidura
de Carles Puigdemont, que no fue bien
recibido por los de Esquerra Republicana de
Catalunya. Esta primera
discrepancia es, según la doña, el «pecado original». Una apreciación certera
dado el carácter religioso de las diversas cofradías que han procesionado en
estos años de procés. Que lo pueden
ver –siento no poder darles el link-- en
su artículo, División,
en La Vanguardia de hoy.
En
resumidas cuentas, la historia del movimiento independentista es la historia de
su división, que hoy alcanza cotas de áspera confrontación entre los neo
convergentes y los de Junqueras. Una confrontación confusa y simultáneamente
cómica: los post pujolistas acusan a los republicanos de hacer lo mismo que ellos hacen: pactar con
los del 155 para llevarse el bastón de mando de la alcaldía de tal o cual
campanario. Lo dijimos hace días y algunos comentaristas de garrafón me
pusieron a caldo: gracias. Pero dos independentistas pata negra, cada uno en su
particular bandería (Francesc Marc-Alvaro y Pilar
Rahola) lo ponen de manifiesto.
El
independentismo no tiene ni siquiera unas humildes maracas para acompañar al
bolero de lo que pudo haber sido y no fue. Ahora va fané y descangayado. La
gran paradoja es que se está derrotando a sí mismo.
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