El
complejo tipo de relaciones entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias puede acabar
en un gatillazo. Mala cosa para los tiempos que corren.
He
dicho en otras ocasiones que se han cambiado los papeles en estos asuntos de la
investidura. Tradicionalmente, y según mandan los cánones de ese particular, el
aspirante tiene que trabajarse la investidura, esto es, buscar los apoyos,
negociar el precio de tales compromisos. Es lo que se enseña en primero de Miterrand. Ahora, sin embargo, ha aparecido una
variante: el aspirante debe adoptar la figura de don Tancredo y esperar que le
lleguen los apoyos. Si todo es gratuito, mejor. Miel sobre hojuelas.
Las
cosas entre Sánchez e Iglesias no van bien. Es más, parece que empeoran. De un
lado la negativa del primero a que Podemos entre en el gobierno; de otra, la
exigencia de un exagerado número de carteras ministeriales. A esto último habrá
que añadir el fuerte matiz entre las fuerzas que componen Unidas Podemos: la
postura de Alberto Garzón resta fuerza compacta a la exigencia de Iglesias. «No se trata de puestos o de
ministerios, sino de alcanzar un acuerdo de izquierdas con las garantías
suficientes de que el PSOE vaya a cumplirlo en lugar de acabar gobernando con
el apoyo de la derecha».
Tal vez Pedro Sánchez entiende
que, llegado al caso, Podemos no se atreverá a desentenderse de la investidura.
Yo no me arriesgaría. Si Iglesias se enfrenta a la investidura podría recibir
un determinado castigo por parte de sectores de la izquierda. Pero si apoya la
investidura sin llevarse nada a la boca podría ocurrir que, en la votación en
el Parlamento, algún sector de sus diputados tiraran por la calle de en medio.
Sería deseable que se diera un
salto adelante. Es imprescindible que el hipotético gatillazo que se vislumbra
en el ambiente se transforme en un acto gratificante. En un sobrio acuerdo de
gobierno.
Oído cocina: ir a una
repetición de elecciones no garantiza nada. Es más, tengo para mí que las
encuestas de la Sexta son un arsenal de trolas al por mayor y destajo. A mayor
gloria de Roures y sus costaleros.
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