Luis Rabell ha publicado una potente reflexión
donde explica las razones que, a su juicio, deberían llevar a que Ada Colau aceptase los
votos –sin contrapartida alguna-- que le
ofrece Manuel Valls y,
así, ser nombrada alcaldesa de Barcelona en coalición con los socialistas. Ayer
mismo publicamos en este mismo blog el artículo de Rabell por su importancia y
porque lo compartimos sin reserva mental. Ahora vamos a volver a la carga. Queremos
participar en esa corriente de opinión que es favorable a que Colau siga como
alcaldesa de Barcelona.
Barcelona
ha sido siempre una ciudad cosmopolita. Todavía lo sigue siendo. Barcelona está
razonablemente inserta en el paradigma de la globalización. Es, por tanto, la
antítesis del campanario localista, que enfáticamente distingue al
independentismo, ya sea el atolondrado del hombre de Waterloo como el de
naturaleza dinástica, que representa el segundo Maragall. Una ciudad cosmopolita, paradigma de
la globalización, no tiene lógica que sea gobernada por independentistas. Y no
lo tiene, además, porque el independentismo había hecho como principal caballo
de batalla en estas elecciones municipales la independencia de Cataluña. El
independentismo sigue sin ser mayoría en Barcelona.
Ada
Colau y su equipo no han conseguido ser la primera fuerza municipal. No estoy
en las mejores condiciones para establecer las razones que han llevado a la
pérdida de esta Alhama. (Estoy entrando y saliendo del hospital de Calella lo
que me impide sosiego para escribir). Pero sí me veo con fuerzas para indicar
que uno de los motivos de la pérdida de la ciudad por los Comunes ha sido la patológica indefinición del grupo dirigente y
muy visiblemente de Colau ante los problemas que ha situado el independentismo
en sus momentos más comprometidos. Cierto, la alcaldesa siempre afirmó que «no
es independentista». Tal vez. Pero con frecuencia los actos concretos de Colau
fueron a remolque del independentismo. Escisión, pues, entre el «ser» y el
«hacer».
Esta
indecisión –calculada o somática--
vuelve a repetirse. Colau aparece interviniendo confusamente para formar
equipo de gobierno municipal, sin precisar concretamente aunque orientándose,
también ambiguamente, hacia el segundo Maragall. Y añade como guinda al candidato
socialista Collboni, que no quiere saber nada de
Tetelandia. Tetelandia, un término acuñado por Sergi
Pàmies, en referencia a que el segundo Maragall es conocido en ciertos
círculos como el Tete.
Colau
puede ser la alcaldesa de Barcelona. Puede argüir que el independentismo no ha
ganado en Barcelona. Las dos versiones del independentismo –el atolondrado y el
dinástico-- hicieron de ello su caballo
de batalla electoral. Nuevamente han fracasado.
Los
números salen tras la oferta de Valls de votarla para impedir que Maragall sea
el alcalde. Las consecuencias de una Barcelona gobernada por independentistas,
si Colau rechaza a Valls, las tendrá que asumir doña Ada.
Séame
permitida una sugerencia a la señora Colau. Se refiere a la historia de Aristipo. Este les dijo a sus amistades: «No me he
presentado ante vosotros para acompañaros en
vuestro dolor, sino para ponerle remedio». Colau, no nos acompañes en
nuestro dolor sino, con el bastón de mando, ponle remedio. (Claudio Eliano, Historias curiosas).
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