Todavía
no estamos en condiciones de hacer una valoración plenamente ajustada a la
formidable movilización de ayer, 8 de Marzo. Las
valoraciones forzosamente habrán de ser sucesivas
en función de sus consecuencias, de los cambios que se vayan dando como
resultado del océano de personas que ayer expresaron explícitamente su consenso
a la convocatoria. Océano de personas, decimos sin exageración, muy
mayoritariamente de mujeres, especialmente de esa juventud militante. Igualmente
impresionantes fueron las manifestaciones de las juventudes de Bachillerato
como heraldos de lo que sería la cosa por la tarde.
Así
pues, éxito de convocatoria y éxito también de la opinión pública. No sólo en
España, también en Europa y otros lugares del mundo: hemos visto imágenes
imponentes de manifestaciones en Turquía, Siria, India y Filipinas. Recurramos
al tópico: esto ha venido para quedarse. Más todavía, es el signo de los
tiempos.
Durante
todo el contexto de la jornada se ha reeditado una profunda unidad social de
masas. Tanto en las calles como, en muy menor medida, en los paros de los
centros de trabajo. Esa unidad ha sido trabajada en miles de encuentros
–reuniones y asambleas-- por parte de
los protagonistas directos de la jornada. Y ha sido ampliada por la unidad de
acción de los partidos políticos de izquierda. Con un elemento de gran
importancia: hemos visto que ninguno de ellos ha instrumentalizado esa unidad
social de masas. Es decir, la ´politización´
de la jornada ha tenido su origen y desarrollo en la sociedad civil
activa que ha participado en el 8 de Marzo. Ha sido, permítaseme la aparente
contradicción, una politización social.
No partidaria.
Los
partidos políticos de izquierda han estado a la altura. Lo decimos con la misma
contundencia que cuando, desde estas mismas páginas, les mostramos nuestro
desencuentro. No participamos de la crítica patológica. Ahora, falta saber si
hacen una lectura satisfactoria de tan gigantesca movilización. Si saben leer
lo que ha ocurrido. Esperemos que así sea.
Porque,
como es natural, el 8 de Marzo tendrá sus repercusiones políticas. Entiéndase
bien: influirá en el cuadro político e institucional. De hecho podemos decir
que ha obligado a todo ese cuadro a fijar posición. El mismo intento de Ciudadanos de reclamarse de
un «feminismo liberal» expresaría, de un lado, no querer estar al margen de lo
que se mueve y, de otro, marcar sus distancias con el Partido Popular, martillo del feminismo. Que ese
constructo, «feminismo liberal», es algo
chocante no quita lo que decimos, al tiempo que expresa marrullería
política made in Rivera.
Ahora
bien, que tales movilizaciones influyan en el cuadro político e institucional
no quiere decir que necesariamente se trasladen mecánicamente al proceso
electoral. Eso tendrán que ganárselo los partidos de izquierda. En resumen, se
llevará un chasco quien piense que el 8 de Marzo es un regalo electoral a la izquierda.
Foto: Manifestación de ayer en Mataró.
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