Se
acabó el carbón. Los Presupuestos generales del Estado han sido rechazados
desde las filas independentistas y las de Adoración Nocturna. Con
intereses diversos, pero coincidentes en las consecuencias. La cama de la
política tiene esas vueltas y revueltas.
Puigdemont insiste en su
letanía: el cuadrado de la hipotenusa no es igual a la suma de los cuadrados de
los catetos. Desde el acomodo de la mesa camilla de Waterloo envía el maná a la
cofradía independentista. Esquerra
Republicana, a su vez, sigue viviendo sin vivir en ella. Realmente los
de Junqueras han
sido, al final del recorrido del proyecto de Presupuestos, los más
beligerantes. Al menos formalmente. Fueron los primeros en anunciar la
presentación de una enmienda a la totalidad. El PDeCAT, la enésima versión del gran convergente, emuló a la Parrala con calculada
ambigüedad.
Las
posiciones de los dos partidos independentistas parten de un imposible
metafísico. La negociación que planteaban
siempre se basó en aprobación de las cuentas públicas a cambio del
reconocimiento del derecho de autodeterminación. Este quid pro quo era –y sigue
siendo-- de imposible aceptación. Ni
siquiera Podemos, si estuviera en el Gobierno,
podría aceptar esa propuesta.
Comoquiera
que los partidos independentistas lo sabían y, más aún, fueron avisados
reiteradamente, mantener dicha postura, como condición sine qua non para
negociar, se convertía objetivamente en una negativa explícita a no negociar.
Y, sobre todo, en el fondo era una martingala para vigilarse mutuamente ERC al PDeCat. . Más todavía, era una forma de no separarse demasiado de los movimientos independentistas. En suma, se trataba de
una triquiñuela que iba más allá del electoralismo. Es la pulsión permanente del independentismo político.
Se
acabó el carbón o, si se prefiere, s´ha
acabat el bròquil. Los principales responsables de ello son los partidos
independentistas. Había una posibilidad de que votaran afirmativamente las
cuentas públicas; sin embargo, teníamos la certeza de que la Adoración Nocturna
lo haría jupiterinamente en contra. Ahora, los jefes de fila independentistas
serán los responsables de las consecuencias de su decisión, de los efectos
materiales en la vida concreta de las personas de carne y hueso que no haya presupuestos. Y también, por
supuesto, las consecuencias políticas.
¿Consecuencias
políticas? Entiendo que el independentismo reincide en los abultados errores
del pasado más reciente. Por ejemplo, pensar
y actuar que más bronca en la vida política española es una condición de
posibilidad para avanzar. El mito puede aparentar que ello es así, pero la
Historia lo desmiente. Más bronca en la vida política española es, por el
contrario, una garantía de no solución de los problemas en los cuatro puntos
cardinales, incluidos los catalanes.
Elecciones
a la vista, pues. Oído, cocina: las izquierdas deben olvidar, desde ya mismo,
lo que pudo haber sido y no fue; dejar de lado sus propias chucherías y
enfrentamientos. Y –tras este rasguño--
pasar a la ofensiva.Quien se amilane desde el principio tiene todas las de perder.
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