domingo, 6 de enero de 2019

El fracaso de Pablo Casado


El último tuitter del Partido Popular, donde un niño chico pide a los Reyes Magos la muerte de Pedro Sánchez, indica hasta qué punto dicha organización consolida elevados grados de irascibilidad, de proyección tabernaria de su política. Ahora bien, a mi juicio no hay improvisación en la emisión de este mensaje y otros similares. Es una consecuencia directa de que el llamado efecto Casado es agua de borrajas, de que la cosa no despega. Es más, en el fondo es la constatación de un fracaso, al menos de momento, en toda regla.

No sólo no hay remontada del PP, sino que un íntimo adversario, VOX, le está rebañando votos, militancia y adhesiones. O sea, no hay recuperación del «PP, que ha vuelto», sino fugas a granel. Por otra parte, algunas personalidades de dicho partido –muy pocas, pero relevantes—  muestran su desacuerdo, unas de manera abierta, otras oblicuamente.

En definitiva, este clima de exasperación paroxística de los esfínteres del grupo dirigente casadista no es el resultado de una derecha «sin complejos», sino del miedo al movimiento de una serie de placas tectónicas que tuvo su mayor estridencia en las recientes elecciones de Andalucía. Porque el dato andaluz no es el PP sino el batacazo se los socialistas. Cierto, todavía sigue siendo el partido mayoritario de la derecha, pero ya no es el hegemónico. Ahora ya no tiene la brújula. La brújula la tiene el Concilio de Trento.

Por otra parte, tengo para mí que la operación Aznar –la unificación de las derechas--  está conociendo una curiosa paradoja: el debilitamiento del Partido Popular. Que pierde consensos en su ala moderada y en el sector ultra. De momento, al hombre de las Azores le está saliendo el tiro por la culata. Aunque hay alguien que piensa que eso mismo es lo que buscaba.



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