domingo, 9 de diciembre de 2018

La independencia de Cataluña debe pagar un «precio muy alto»




Que la independencia de Cataluña requiere un baño de sangre se desprende de los últimos discursos de Quim Torra y del ex consejero Toni Comín. El primero ha reclamado la vía eslovena a la independencia; el segundo ha afirmado, desde la tranquilidad de Bruselas, que ha llegado el momento de «pagar un precio muy alto».

Conocí de manera muy directa los acontecimientos de Eslovenia. La última vez que estuve, Liubliana estaba tomada por los tanques. Joan Coscubiela y un servidor advertimos a los dirigentes sindicales de lo que se les iba a venir encima. Poco les importaba que hubiera un derramamiento de sangre. La independencia era el objetivo sagrado. Joan y yo volvimos a Barcelona intuyendo que aquello iba a terminar como el rosario de la Aurora. Así fue. «La llamada “guerra de los diez días” produjo en Eslovenia más de 60 muertos y unos 300 heridos», recuerda Paco Rodríguez de Lecea. Los dirigentes pusieron la idea y el pueblo puso los muertos y los heridos (1).

«Ya no hay marcha atrás y estamos dispuestos a todo para vivir libres», dic Torra. Ese estar dispuestos «a todo», ese «precio muy alto» no se refiere a ellos. Ya lo demostró el hombre de Waterloo que, raudo como una centella, tomó las de Villadiego. Es la vieja enseñanza  monacal: «Hermanos, de parte del padre Abad, vayamos todos al huerto y vosotros poneros a trabajar». Que nadie se llame a engaño: si vienen mal dadas, el padre Abad saldrá pitando rumbo a otras latitudes. Otros pondrán las lápidas y las transfusiones de sangre. En otras palabras, el fracaso de la operación lo pagarán los frailecillos y los hermanos legos del convento.

Poca broma, pues. El penúltimo cartucho de Torra es la vía eslovena. Triunfó, cierto. Pero lo que Torra calla intencionadamente es que si Eslovenia ganó la pugna fue debido esencialmente al enorme apoyo de Alemania. Helmut Kohl, entonces canciller alemán, puso toda la carne en el asador: dinero, presiones diplomáticas y demás aperos de labranza. ¿Quién le va a echar una mano, hoy, a ese loquinario de Torra? Más todavía, ¿de qué bragueta saca el hombre de Waterloo la insolvente ocurrencia de crear una «Unión Europea de estados pequeños?». ¿Con qué aliados?

En todo caso, mucho me temo que ambas ocurrencias –la vía eslovena y el precio muy alto--  tienen un destinatario principal: Oriol Junqueras. Por lo demás, se acabó el movimiento de las sonrisas, que deja paso a la acción de que salga el Sol por Llavaneras.


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