Escribe
Zalacaín Gainza
El lehendakari Urkullu le ha dado un soplamocos en dos tiempos a Quim Torra. Lo ha hecho públicamente. Le ha dicho exactamente: abandone usted la vía unilateral y aproveche la ocasión que le brinda el presidente Pedro Sánchez para negociar. Una lección de primero de Maquiavelo. Lo dice quien tuvo que soportar en sus propias carnes los desvaríos de Ibarretexe, del que nunca más se supo.
Primera
conclusión provisional: Torra –también el hombre de Waterloo-- no sólo carecen de apoyos en Europa, tampoco
cuentan con las simpatías de los nacionalistas vascos, una gente considerada impropiamente
tosca, pero que, desde hace tiempo, están impartiendo cátedra de hacer
política. Es más, voces amigas me dicen que los peneuvistas están hasta el
colodrillo de Puigdemont
y sus hologramas. Seguramente el viejo Tarradellas
rectificaría su opinión de «no mirarse en el espejo vasco».
Los vascos
han hecho un parcial ajuste de cuentas
con su pasado. Un ajuste implícito, desde luego. Las consecuencias están a la
vista: Euskadi da gusto verlo y Bilbao está en technicolor. Sin duda hay
problemas, pero –como quien dice-- son
la mitad de los que existen en Cataluña. Y sobre todo, en Euskadi empiezan a
desearse los buenos días y que usted lo pase bien.
Torra
ha vuelto a Barcelona, tras su entrevista con el lehendakari, sólo fané y
descangayado. Sus deposiciones políticas no encuentran eco en Ajuria Enea.
Segunda conclusión provisional: el PNV es un partido, lo de Puigdemont es una
partida.
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