La foto: Pausa de media
mañana en los Diálogos de la Cartuja. En Sevilla.
«Calamidad de los tiempos cuando los
locos guían a los ciegos». Una frase rotunda que pronuncia el Conde de Glóster,
uno de los personajes del Rey Lear en el cuarto acto. Y para ser más exactos diremos que un
buen número de locos están guiando a otro no menor de ciegos. Pongamos que
hablo nuevamente de Cataluña, de los locos y ciegos que tenemos por aquí.
Dos son los nuevos elementos que nos
proporcionan los majaretas. Uno, la creación del Consell per la
República;
y dos, la fundación de un nuevo partido independentista, la Crida Nacional.
Puigdemont ya tiene su juguetería al completo.
El Consell per la República es una
entidad privada y con jurisdicción belga. Lo forma la crema del soberanismo.
Ustedes han leído bien: se trata de una entidad privada con jurisdicción belga.
Realmente algo chocante. Ahora bien, huele a camelo eso de entidad privada,
porque ayer mismo se presentó en el Palau de la Generalitat a bombo y platillo
institucional. Bajo maza, podríamos decir.
Quiero llamar la atención sobre un
detalle. Este Consell demuestra a las claras el fracaso de las rimbombantes
«estructures d´Estat», que intentaban –nos decían candorosamente-- construir la república catalana desde abajo.
Ante su imposibilidad han tomado el atajo de empezar la casa por el tejado.
La Crida es el enésimo intento de
formar un bloque unitario del independentismo. Se ha construido, esencialmente,
para que el hombre de Waterloo tenga su
propio instrumento político, controlado férreamente. Sea como fuere, la
Crida muestra también el fracaso del independentismo político. Tiempos
calamitosos porque, a buen seguro, determinados personajes son unas calamidades
diplomadas.
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