miércoles, 5 de septiembre de 2018

¿Un nuevo Estatuto para Cataluña?





1.-- El sermón de Quim Torra en el Teatre Nacional de Catalunya indica, a primera vista, dos cosas: a) el Enviado de Puigdemont en la Tierra se mantiene en sus tozudos trece y b) la acción política no la sitúa en la centralidad del Parlament sino al margen; no cuela que sus palabras tuvieran un formato de conferencia. Algunos observadores indican que el texto ha eliminado los aspectos más ásperos, lo que sin duda podría ser debido a un intento de complacer a Esquerra Republicana de Catalunya. En todo caso, la conferencia ni es equívoca ni propone salida alguna de diálogo (de diálogo factible) con el gobierno de Sánchez. Las espadas siguen en todo lo alto.

Diálogo. Es una palabra que se está utilizando como coartada de baratillo, como retórica enferma que ya, en este caso, ha perdido todo su sentido político. Dichas las cosas sin perifollos podemos afirmar que Torra plantea el diálogo para salirse de España; Pedro Sánchez, a su vez, como elemento de ampliación del autogobierno catalán, dentro del marco constitucional y estatutario. O ruptura de las cuadernas de la nave o reformas estructurales. Tertium non datur. Así podemos estar hasta que las ranas críen pelos. Paciencia, pues, recomendaba Jorge Semprún.

2.--  Ahora bien, «paciencia» no equivale a inacción, ni a verlas venir. La paciencia se hace estando en movimiento, no sentado en la puerta esperando que pase el cadáver del contrario. Paciencia, pues, con un proyecto político desde dentro y fuera de Cataluña contra el independentismo. Digamos las cosas por su nombre: el independentismo tiene detrás una importante masa que está unida en torno a unos objetivos tan claros como simplones; sin embargo, sus contrarios ni tienen un proyecto, ni están unidos, salvo por ir a la contra. Mientras se mantenga esa anomalía tenemos decibelios para mucho rato.

3.--  Un intento de proyecto ha sido esbozado por Pedro Sánchez: un nuevo Estatuto de Autonomía para Cataluña. Las viejas y nuevas derechas se oponen a machamartillo. Y siempre habrá los exquisitamente cenizos que conjugarán el «llega demasiado tarde». Los primeros se oponen, porque hay que darle leña al mono hasta que hable inglés, especialmente si no están en el gobierno; los segundos se encogen de hombros porque no tienen la funesta manía de pensar. Y, por supuesto, Torra y los suyos se oponen porque esa idea no figura en las Tablas de la Ley, que Puigdemont ha entregado a Torra en el monte Sinaí. Con lo que el independentismo intentará «llegar hasta el final» --intentar no se traduce en conseguir—creando toda serie de cacofonías políticas que pueda imaginar. Y, a su vez, la falta de un proyecto, con su correspondiente trayecto, de los adversarios del independentismo acabará siendo agua de borrajas. Ambas opciones conducen a la decadencia.


      

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