Algunas
amistades letraheridas me dicen que no afino suficientemente la puntería cuando
establezco una relación de subalternidad de Pablo Casado con relación a José María Aznar. No
descarto que tengan razón. Prometo hilar más fino en lo sucesivo. Mientras
tanto insistiré en el vínculo que creo ver entre ambos, tiempo habrá de darle
una mano de pintura al nexo entre ambas «vidas paralelas».
De
momento diré que Casado se ha orientado a una relación con los gobiernos
austríaco y húngaro. El primero bajo sospecha de autoritarismo; sobre el
segundo pesa una advertencia muy severa del Parlamento europeo y de las
autoridades comunitarias por su política contra las libertades y las políticas
migratorias. Las recientes declaraciones de Casado en el extranjero han sido de
comprensión con los gobiernos austríaco y húngaro. No hay xenofobia en las
autoridades húngaras, ha dicho este compulsivo Casado. Unas palabras que han
provocado estupor en las cancillerías europeas, me dicen personas allegadas a
los altos recovecos europeos.
Aznar,
en su día, prefirió aliarse con los grandes jerarcas atlantistas frente a
Europa. En las Azores dejó memoria amarga de él. Por cierto, es chocante que en
la reciente comparecencia del caballero ninguno de sus interpelantes le
recordara que Bush y Blair se habían retractado
públicamente de que tenían información solvente de que Irak tenía armas de
destrucción masiva para justificar la guerra.
Decimos
que Aznar prefirió la relación con los jerarcas de la galera belicista. Ahora,
Casado –el Aznar Chico— se orienta hacia una anti Europa, que –todo hay que
decirlo-- es también un giro con
relación a Rajoy.
Paradojas de la vida: en esto recuerda las carantoñas de Carles Puigdemont con otros
ultraderechistas. O sea, se plagian mutuamente.
Amigos,
letraheridos: ¿dónde están mis exageraciones?
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