El
panorama político de España ha dado un giro que conviene reseñar. Aunque las
derechas siguen consociadas en su cerrazón sobre el problema catalán, el
gobierno de Sánchez ha provocado una discontinuidad en torno a dicha cuestión.
Las derechas mantienen el erre que erre, alzando amenazadoramente el dedo
índice del artículo 155, pero el PSOE ya no es el de las vacas sagradas que hasta antes de Pedro
Sánchez formaban la santa alianza de leña al mono hasta que hable
inglés. Un giro notable, bien visible en la arena política. Es la hora de
meterse en harina, no de mantenerse en la ciénaga.
Hace
unos días, el PDeCat –es
decir, los neoconvergentes— propusieron una
moción en el Parlamento que instaba al gobierno a entrar en el terreno del diálogo.
Contaban, se ha dicho, con el apoyo de Esquerra Republicana de Catalunya. El grupo parlamentario introdujo una enmienda:
dentro de la ley. En un primer momento los independentistas estuvieron de
acuerdo. Pero en el momento de la verdad, o sea, cuando hay que entrar por
uvas, Esquerra se retiró: una parte de sus bases amenazaron con liarla. Tampoco
era del agrado de un sector del PDeCAT. El lío fue tan caballuno que el mismo Campuzano, portavoz de los
neoconvergentes, puso su acta de diputado a disposición de la dirección del
partido. Se truncó el verso del bolero:
lo que pudo haber sido y no fue se hizo realidad.
Ahora
bien, el gobierno de Sánchez –a través de su portavoz Isabel
Celaá-- ha planteado recuperar
dicha moción. Demuestra así que el «diálogo» no es una chuchería del espíritu,
ni algo de quita y pon.
Efectivamente,
sigue la tensión entre el «Santiago y cierra España» y la necesidad de abrir un
compromiso «dentro de la ley» que gradual y fatigosamente podría –he dicho podría--
encontrar una salida juiciosa.
Sigue la tensión, es cierto. Pero las cosas están cambiando. No echaremos las
campanas al vuelo porque los puentes de mando de los confusos campanarios independentistas
mantienen se mantienen en sus numantinos trece.
Pronostico
que habrá un cambio en la opinión pública española con respecto al problema
catalán. Y parece incubarse una, de momento, tímida adhesión al diálogo.
Políticamente lo auspician el PSOE, Podemos y el PNV.
Eppur si muove.
Mientras tanto, Casado
y Rivera mantienen su
pugna a la espera de quien mea más largo. Y en Santa Fe, capital de la Vega de
Granada, maduran la cosecha de membrillos.
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