Tras
la reunión con Pedro Sánchez, Quim Torra declaró en conferencia de prensa que
«hay un cambio de etapa». No concretó más, pero puede que sea indicativo de que
algo se está moviendo. Por supuesto,
muy lentamente, casi de manera imperceptible. De momento lo único visible es la
zahúrda que han armado los hunos y los hotros. La caverna independentista ha
tuiteado enérgica y originalmente la palabra enferma: traición. Y de ahí han
pasado a la petición de dimisión del mismísimo Torra. La caverna
carpetovetónica ha arremetido con furia similar contra Sánchez. En todo caso,
los hunos y los hotros coinciden en el mismo objetivo: que no se arregle nada,
que el conflicto no decaiga. Igualico, igualico que Carlos Quinto en guerra con
el rey francés Francisco I. Decía Carlos: «Mi primo Francisco y yo queremos lo
mismo: Milán».
Cierto,
las posturas no han cambiado. Los planteamientos de cada cual, Sánchez y Torra,
siguen invariables. Pero, ahora, aparece una discontinuidad sutil: de un lado, el
hombre de Berlín no podrá publicitar en Europa que no hay diálogo entre
Cataluña y España. Con lo que la internacionalización del conflicto tendrá que
inventarse otra excusa; y, de otro lado, se ha evidenciado que Sánchez no es
más de lo mismo de Rajoy. No son cosas irrelevantes.
Los
problemas siguen siendo los mismos. Pero la situación ha variado un tantico.
Supongo, aunque no se ha dicho, que se han abierto, aunque no del todo, algunas
puertas y ventanas de ambas administraciones. Ciertamente, vendrán nuevos
desplantes, y –por parte de algunos--
nuevas provocaciones. Los hunos y los hotros no pueden dimitir de retro
alimentarse. Los de pasado el río Ebro porque la bronca representa un caladero
de votos; y los de aquí porque saben que la pureza de las raíces carolingias
tiene sus réditos.
Así
las cosas, este quilombo irá decreciendo en función de, como mínimo, dos
variables: a) que en España la correlación de fuerzas favorezca a quienes
quieren una solución frente a los que
desean que se incremente el problema; y b) que en el cuadro político catalán
merme substancialmente el independentismo. En todo caso, algo está claro: la
cosa durará lo suyo.
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