Primera brevería
Los
genoveses tienen el patio revuelto.
El marianismo ha muerto. Ahora las navajas de Albacete brillan en la casa del
PP. El joven Pablo Casado parece
decirle a la vieja guardia que se aparten; el gentleman García-Margallo afila sus cuchillos
contra la Sáenz de
Santamaría; Feijóo, el deseado,
dice que la cosa no va con él, que el marisco sabe mejor en Compostela
que en Madrid. Conclusión provisional: el patio del PP es particular, cuando
llueve se moja como los demás.
Lo
más llamativo es el rechazo de
Feijóo. Tal vez en determinados recovecos de su partido han respirado más
tranquilamente. Se evitan una campaña de hostigamiento al candidato gallego con
la exhibición de fotos antiguas de sus amistades con gentes poco recomendables.
En todo caso, la renuncia de este caballero da pie a pensar que no las tenía
todas consigo, que una victoria del PP en las próximas elecciones le parecería
improbable. En política las intenciones se leen por activa, pasiva y
perifrástica.
Pablo
Casado y García-Margallo, pues. Pero faltan las dos damas del tablero de
ajedrez: Cospedal y
Santamaría. Compañeras de partido y, sin embargo, enemistadas desde la punta de
los zapatos a la peineta. ¿El programa? Vamos, hombre, no me sea usted
pejiguera. El programa, de momento, son los gestos de la cara, el color de la
corbata y el polisón de nardos.
Segunda brevería
Insólito.
El grupo parlamentario que dirige telemáticamente el hombre de Berlín ha
presentado una petición en el Parlament de Catalunya. A saber, que los
diputados que están presos y en el extranjero puedan cobrar las dietas.
Estrambótico asunto. Que se presta a engrosar la lista de chistes «de
catalanes».
Tercera brevería
Victoria
sindical en el convenio de Hostelería de la provincia de Málaga (1). Ahora
queda pendiente una valoración de los protagonistas de las movilizaciones
malagueñas y, sobre todo, una explicación a
la ofensiva de la utilidad de la acción sindical confederal. Lo digo porque
la cosa lo merece y, especialmente, porque el sindicalismo tiene un defecto que
viene de tiempos muy antiguos: no valora lo suficiente sus victorias;
acostumbra a ser excesivamente austero.
Se lame en sus derrotas pero no ensalza lo que consigue. Málaga debería
ser un punto de inflexión.
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