jueves, 7 de junio de 2018

El Gobierno Frankenstein y las mujeres




Escribe El Dómine Cobra

Gobierno Frankenstein auguraron algunos. Ahora, los mismos se refugian en el prudente tópico de «hay que esperar a ver qué dan de sí». Fueron los mismos que no previeron el desenlace de la moción de censura. Tampoco previeron que Frankenstein no estaba en los cálculos de Pedro Sánchez. Las derechas de la caspa y la brillantina erraron estrepitosamente. Tampoco pareció estar muy fino el hombre de Berlín que siempre, a golpe de tuiter, habló de la España irreformable, decimonónica, casi en la entrada del Tercer Mundo. Aunque yo me malicio de que esta afirmación sólo es una consigna para ser retuiteada, propalada por los tertulianos en la inefable TV3  y pregonada en las sacristías de Cataluña.

El hombre de Berlín y sus franquicias no quieren quitarse las legañas de los ojos. Uno de los mensajes que difunden es que a España le huelen los pies, los sobacos y la entrepierna. Y, a partir de ahí, han construido otra leyenda: ellos son la modernidad frente a la España de Max Estrella con aquel Madrid oliendo a orines. El belicoso general Cabrera y su legitimismo es la modernidad. El nacionalcatolicismo, preferentemente encapsulado en el Opus Dei, es la modernidad. El matonismo del somatén es la modernidad. Es solamente agitación y propaganda.

La modernidad es Michelle Bachelet que dijo en su momento: "Cuando una mujer entra en la política cambia la mujer, pero cuando muchas mujeres entran en la política, cambia la política". Este es el signo de los tiempos. Me dicen que por ello brindaron ayer  Roser, Jaume Puig, Carmen Ortega y José Luis López Bulla en Parapanda. Esta sí es la modernidad. La modernidad del movimiento de las mujeres, que tuvo su punto de inflexión y de aviso el pasado 8 de Marzo. Sobre todo de aviso. En todo caso podemos establecer esta hipótesis: el inútil monopolio masculino de la política se ha quebrado y está en su fase terminal. Las mujeres han roto el espinazo de ese monopolio. No, este gobierno no es de Frankenstein sino de Hipatia.

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