sábado, 9 de junio de 2018

Albert Rivera está triste, ¿qué tendrá Albert Rivera?




Albert Rivera lleva unos días callado. Por lo que se ve tiene motivos para ello. Y en general estamos observando que Ciudadanos no está tan en forma como presumía. Los recientes acontecimientos les han pillado con la mente en blanco. Albert Rivera está triste como la princesa de Rubén Darío; ¿qué tendrá Albert Rivera?

Nuestro hombre, colmado de agasajos demoscópicos, pensó que los números no eran favorables  a los socialistas. Por lo que confundió la aritmética con la política. Y no supo ver que la moción de censura de Pedro Sánchez tenía una carga de profundidad más densa que su rutinario enfrentamiento contra Rajoy.  Primera conclusión provisional: a Rivera le falta un hervor. Por eso su discurso en la sesión parlamentaria se fue apagando hasta quedar silente. Segunda conclusión, también provisional: no conviene caer en los brazos de doña Correlación de Fuerzas, porque a la primera de cambio te deja tirado en la cuneta.

Fracaso sin paliativos de Rivera. Su insistencia en el gobierno Frankenstein ha quedado en agua de borrajas y desmentida por los hechos. Ha salido un gobierno Hipatia. O sea, el resultado de lo que Rivera no entendió --y menospreció--  el famoso 8 de Marzo. Y las machaconas gachas  de Rivera de que Sánchez empezaba hipotecado por los pactos con los independentistas y populistas han sido puestas en evidencia. A este caballero le pierde su cataluñitis, una patología –política y antropológica— que exhibe los días pares y los nones. La cataluñitis da dividendos, ciertamente, pero sólo con ella no se va a ninguna parte. La cataluñitis es sólo y solamente gasolina. 

Rivera debe aprender de la ágil versatilidad de El País, que «en horas veinticuatro pasó de las musas al teatro». Su editorial podría ayudarle a adquirir cuajo (1).



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