martes, 8 de mayo de 2018

Puigdemont y la Moreneta



Observen ustedes detenidamente esta foto. Decoración austera tal vez para desviar la atención del lector y, en nuestro caso, mirón. Encuentro en Berlín entre el Empecinado Chico y el representante de Òmnium.

Llama la atención la cuidadosa escenificación del evento: un sillón do sienta sus reales el Empecinado Chico y un sofá multiusos para Marcel Mauri. Hasta aquí lo evidente. Pero el sagaz mirón cae en la cuenta de que el sillón es más alto que el sofá. Es lo que corresponde al rancio protocolo monarquizante, que siempre fue extraño en Cataluña. El sofá y su eventual inquilino muestran no sólo la diferencia de ringorrango sino la sumisión de la servidumbre voluntaria. Nunca vimos a Companys ni a Maciá en tan chocante postura. Otra consecuencia, quizá, de la observación del profesor Andreu Mayayo: Puigdemont es la caricatura de Companys.

Y sigan mirando: la Moreneta –“la fe del poble català”--  a medio camino entre ambos personajes. Eso sí, despojada de todo ornato, cual si fuera un lar pagano de los viejos romanos. La Moreneta dejando constancia del histórico encuentro berlinés. Mensaje a la transversalidad de los creyentes catalanes –sean o no del movimiento amarillo— dando fe de que el relato tiene ahora su continuidad por otros medios.


Ya lo advertí ayer: un servidor tampoco se resiste a usar estos dos vocablos --´transversalidad´ y ´relato´ en la pipirrana actual. Dos vocablos que ha se han convertido en lo que Unamuno llamaba voquibles. 



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