El independentismo empieza a hacer aguas. Dos novedades lo acreditan. Dos nuevas
situaciones que han aparecido en los últimos días.
1)
La
incipiente desconexión entre la Assemblea
Nacional Catalana y
los partidos políticos independentistas. Este fin de semana se ha desarrollado
en Barcelona una manifestación exigiendo que los partidos se pongan de acuerdo
para la investidura y posterior formación de gobierno. En esa movilización se
oyó de todo. Crispación contra los neo convergentes y los de Junqueras. Más
diapasón en esta exigencia que en pedir la libertad de los presos.
2)
La
aparición de visibles grietas en el interior de los neo convergentes. O sea,
entre los del PDeCat, que lidera Marta Pascal y los de Puigdemont.
La señora Pascal está hasta el moño de las operaciones quasi escisionistas de
los paniaguados del hombre de Bruselas que, desde su pretendido “espacio libre
del exilio”, intenta desparpajadamente crear un nuevo actor político al margen
y contra los neo convergentes. Las declaraciones de Pascal han sido
contundentes: “No cederemos poder a Puigdemont”. Primer aviso al pertinaz auto
exiliado. Son unas declaraciones que, tal vez, sean matizadas dentro de unos
días con alguna que otra carantoña, pero
la pedrada en la frente ya ha sido lanzada.
Son, en todo caso, unas novedades que siguen
embarullando el patio de vecinos catalán. Degradación acelerada. Porque el
problema ahora ya no es la disciplina de partido, sino la existencia de un
grupo de diputados adscritos a la obediencia ciega de una persona que
aceleradamente se ha metido en la práctica de un cesarismo de campanario.
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