sábado, 17 de marzo de 2018

El chiringuito político catalán





La obsesión por ser cabeza de ratón y no cola de león conduce al chiringuitismo, o sea, la proliferación de chiringuitos. Proliferan los chiringuitos tanto en los terrenos políticos como en los sociales. Si quieres tener una cierta relevancia –o apariencias de ello--  te montas un chiringuito y ya sientes que estás en el escenario. Es lo que ha ocurrido recientemente en Cataluña con el nuevo chiringuito independentista.

En un principio fue Convergència de Jordi Pujol, que no fue nunca un chiringuito sino un gran castillo medieval. A ella, tras el pujolazo, le siguió el PDeCAT, liderada por los jóvenes capitanes del viejo partido. Era la esperanza del gen convergente. Pero tuvo que disfrazarse de noviembre para no infundir sospechas y, parlamentariamente, se vistió, al lado de Esquerra con las galas de Junts pel Sí. Nuevas elecciones y este Junts se transmuta en Junts per Cat, la hechura de Carles Puigdemont. De oca a oca y tiro porque me toca.  Se trata de un instrumento que lleva una lucha sorda con el PDeCAT por el control y dirección del gen convergente. Y es entonces …

… cuando desde el llamado «espacio libre del exilio», el hombre de Bruselas se trasmuta también en el hombre de Waterloo y crea –esta vez sí--  un chiringuito a su imagen y semejanza. A saber, Junts per la República. Es decir, un grupo de incondicionales con la fe del carbonero, dispuestos a un indefinido lo que sea.

Ahora bien, este chiringuito de Waterloo intenta tener sentido. A saber: Puigdemont fue derrotado en las recientes elecciones autonómicas catalanas por Ciudadanos. Que fuera la organización más votada por el electorado independentista no cuestiona lo anterior. No obstante, Junts per Cat tiene ese estigma: fue vencido por un partido unionista. La sigla es, pues, gafe.  La sigla siempre estaría señalada. Por lo tanto, en las covachuelas de la casona de Waterloo tenían que estrujarse el magín. En dos direcciones: tapar las huellas de la derrota electoral y, tras el fracaso del procés, iniciar un nuevo itinerario para seguir dándole vidilla al asunto. Es la creación de Junts per la República. De momento un chiringuito, pero que aspira a tener con un recorrido propio y, desde luego, arañar el monopolio de «republicanismo» que hasta la presente ha ostentado el partido de Oriol Junqueras. La ampliación de la grieta  con Esquerra republicana de Catalunya está cantada.

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