«ALGUNOS en lugar de ideología
tienen mal humor», nos dice Gregorio Luri (Aforismos que nunca contaré a mis hijos.
Editorial La isla de Siltolá, Sevilla, 2015). Es una retranca que sería
recibida en Santa Fe, capital de la Vega de Granada, con gestos de aprobación. Una
retranca ingeniosa que llamamos malafoyá.
Con muy mal humor han recibido
los correligionarios de Carles
Puigdemont las recientes declaraciones de Oriol Junqueras, que sigue preso en Estremera.
Desde Bruselas, ha venido a decir, no se puede gobernar Cataluña. Lo que
equivale a una rotunda negativa a la investidura telemática. Es a partir de ahí
desde donde hay que llegar a un pacto, que no sea una pactomima del
independentismo para disponer de un gobierno aproximadamente real. O, al menos,
un gobierno con el menor mal humor posible.
A Junqueras parece que le cunde
pensar. Tiene tiempo suficiente para ello. Posiblemente ha llegado a esta
conclusión: mientras se exacerbe la pugna entre el Partido Popular y Ciudadanos no habrá posibilidad alguna de llegar
a ningún apaño sobre la cuestión catalana. El mal humor neo convergente –y las
prisas que comporta dicho estado de ánimo--
es una malísima consejera. Junqueras no tiene prisa, porque su puesta en
libertad no depende de él. A Junqueras sólo le queda la paciencia. Y, también,
la capacidad de observar hasta qué punto las actuales turbulencias del Brexit son una interferencia añadida a
los planteamientos del independentismo. Los neo convergentes no han caído en
ello.
En cierta medida lo que plantea
Junqueras es la respuesta definitiva de Esquerra a la temeraria conducta del hombre de Bruselas. Y, tal
vez, una manera de salir al paso de las declaraciones del eternamente versátil Toni Comín, que se ha mostrado
partidario del gobierno en Bruselas y del gobierno-estafeta de Barcelona.
Arlequín, servidor de dos señores, que diría Carlo
Goldoni. Decimos que es
´definitiva´ dicha respuesta aunque pueda ser ligeramente matizada. Y tal vez
Junqueras piense que el hombre de Bruselas nada tiene que perder con sus ajetreos,
porque su reino ya no está –al menos durante un largo tiempo-- en este mundo. Y porque Bruselas no existe;
lo sé porque yo estuve allí.
Duro enfrentamiento, pues. Que
ya sobrepasa las siempre ásperas relaciones entre Esquerra y Junts per
Puigdemont. Ahora los parlamentarios adictos al hombre de Bruselas han tildado
a Roger Torrent,
presidente del Parlament, de «arbitrario y unilateral» por no plegarse a sus
exigencias. La crisis, así las cosas, sube de tono.
En resumidas cuentas, se ha
abierto un enorme boquete dentro del independentismo. Esta situación se ha
convertido en el principal factor de desestabilización institucional de
Catalunya. Que sumada a todos los factores del enredo podrían dejar a Cataluña
hecha un guiñapo. Más o menos como lo que relata Diógenes
Laercio: «No sólo los mesenios, también los bueyes han muerto», que
relata Claudio Eliano (170 – 235) en sus Historias curiosas, Libro Noveno,
capítulo 28. Lo que se recuerda también a Oriol Junqueras, que es profesor de
Historia.
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