miércoles, 14 de febrero de 2018

Bronca mayúscula en el independentismo


«ALGUNOS en lugar de ideología tienen mal humor», nos dice Gregorio Luri (Aforismos que nunca contaré a mis hijos. Editorial La isla de Siltolá, Sevilla, 2015). Es una retranca que sería recibida en Santa Fe, capital de la Vega de Granada, con gestos de aprobación. Una retranca ingeniosa que llamamos malafoyá.

Con muy mal humor han recibido los correligionarios de Carles Puigdemont las recientes declaraciones de Oriol Junqueras, que sigue preso en Estremera. Desde Bruselas, ha venido a decir, no se puede gobernar Cataluña. Lo que equivale a una rotunda negativa a la investidura telemática. Es a partir de ahí desde donde hay que llegar a un pacto, que no sea una pactomima del independentismo para disponer de un gobierno aproximadamente real. O, al menos, un gobierno con el menor mal humor posible.

A Junqueras parece que le cunde pensar. Tiene tiempo suficiente para ello. Posiblemente ha llegado a esta conclusión: mientras se exacerbe la pugna entre el Partido Popular y Ciudadanos no habrá posibilidad alguna de llegar a ningún apaño sobre la cuestión catalana. El mal humor neo convergente –y las prisas que comporta dicho estado de ánimo--  es una malísima consejera. Junqueras no tiene prisa, porque su puesta en libertad no depende de él. A Junqueras sólo le queda la paciencia. Y, también, la capacidad de observar hasta qué punto las actuales turbulencias del Brexit son una interferencia añadida a los planteamientos del independentismo. Los neo convergentes no han caído en ello.

En cierta medida lo que plantea Junqueras es la respuesta definitiva de Esquerra a la temeraria conducta del hombre de Bruselas. Y, tal vez, una manera de salir al paso de las declaraciones del eternamente versátil Toni Comín, que se ha mostrado partidario del gobierno en Bruselas y del gobierno-estafeta de Barcelona. Arlequín, servidor de dos señores, que diría Carlo Goldoni.  Decimos que es ´definitiva´ dicha respuesta aunque pueda ser ligeramente matizada. Y tal vez Junqueras piense que el hombre de Bruselas nada tiene que perder con sus ajetreos, porque su reino ya no está –al menos durante un largo tiempo--  en este mundo. Y porque Bruselas no existe; lo sé porque yo estuve allí.

Duro enfrentamiento, pues. Que ya sobrepasa las siempre ásperas relaciones entre Esquerra y Junts per Puigdemont. Ahora los parlamentarios adictos al hombre de Bruselas han tildado a Roger Torrent, presidente del Parlament, de «arbitrario y unilateral» por no plegarse a sus exigencias. La crisis, así las cosas, sube de tono.

En resumidas cuentas, se ha abierto un enorme boquete dentro del independentismo. Esta situación se ha convertido en el principal factor de desestabilización institucional de Catalunya. Que sumada a todos los factores del enredo podrían dejar a Cataluña hecha un guiñapo. Más o menos como lo que relata Diógenes Laercio: «No sólo los mesenios, también los bueyes han muerto», que relata Claudio Eliano (170 – 235) en sus Historias curiosas, Libro Noveno, capítulo 28. Lo que se recuerda también a Oriol Junqueras, que es profesor de Historia.

Mientras tanto, el hombre de Pontevedra está sólo, fané y descangayado. 


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