Digamos las cosas sin tapujos:
el Tribunal Consitucional ha dejado dicho lo que, desde ciertos sectores del
independentismo no se atrevían a plantear: sólo y solamente si el candidato Puigdemont se presenta en
el Parlament puede ser investido. Conviene desarrollar lo dicho para que no se
extrañen los perplejos.
En torno a la cuestión
legitimista se han enfrentado dos estrategias: una de manera clara y por lo
derecho; otra, de modo agazapado. Los legitimistas con Puigdemont a la cabeza;
los otros en Esquerra
y algunos sectores del PDeCAT.
Vayamos por partes.
Primero. Puigdemont y sus
devotos se han enfundado en el hecho sucesorio que, a su juicio, eran las
elecciones del 21 de diciembre. Así las cosas, el hombre de Bruselas era el
heredero de sí mismo. Las elecciones sólo eran una acreditación formal de ello,
no unos nuevos comicios. Este grupo de políticos reincidían en algo que les
llevó, antes de la aplicación del artículo 155, a tantos errores de bulto: el
menosprecio a los poderes de los aparatos del Estado. Algunos lo descubrieron
en prisión y procedieron a la «gran rectificación». Los demás, especialmente el
de Bruselas, siguieron jugando infantilmente al escondite. El Tribunal
Constitucional ha hablado, pero no es seguro que Puigdemont y sus devotos tomen
buena nota de ello. Ya veremos.
Segundo. En contra de esos
parroquianos se alinearon dirigentes políticos de Esquerra y, en menor medida,
del partido del propio Puigdemont. Lo hicieron con medias palabras e
insinuaciones, que apuntaban oblicuamente a proponer a un candidato que consideraban
limpio, no al hombre de Bruselas. Sin
embargo, nunca se atrevieron a decirlo sin tapujos: temían las iras «del
pueblo», que les señalaría como traidores. Este sector ´realista´ sabía,
además, que los aparatos del Estado no se iban a cruzar de brazos. Y con un
sentido de la doblez se dijeron: apoyaremos formalmente a Puigdemont hasta que
el Tribunal Constitucional nos lo quite de encima. Por supuesto, después lo
criticaremos.
Visto lo visto podemos concluir
de este modo: se ha agudizado la pugna entre, de un lado, Puigdemont y sus
devotos y, de otro lado, Esquerra Republicana de Catalunya. Lo que tendrá sus
repercusiones en esta legislación-barullo que se podría abrir en la sesión de
investidura. Si es que se abre, naturalmente. Porque la cosa sigue estando en
el aire.
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