domingo, 28 de enero de 2018

El Tribunal Constitucional ha hablado



Digamos las cosas sin tapujos: el Tribunal Consitucional ha dejado dicho lo que, desde ciertos sectores del independentismo no se atrevían a plantear: sólo y solamente si el candidato Puigdemont se presenta en el Parlament puede ser investido. Conviene desarrollar lo dicho para que no se extrañen los perplejos.

En torno a la cuestión legitimista se han enfrentado dos estrategias: una de manera clara y por lo derecho; otra, de modo agazapado. Los legitimistas con Puigdemont a la cabeza; los otros en Esquerra y algunos sectores del PDeCAT. Vayamos por partes.

Primero. Puigdemont y sus devotos se han enfundado en el hecho sucesorio que, a su juicio, eran las elecciones del 21 de diciembre. Así las cosas, el hombre de Bruselas era el heredero de sí mismo. Las elecciones sólo eran una acreditación formal de ello, no unos nuevos comicios. Este grupo de políticos reincidían en algo que les llevó, antes de la aplicación del artículo 155, a tantos errores de bulto: el menosprecio a los poderes de los aparatos del Estado. Algunos lo descubrieron en prisión y procedieron a la «gran rectificación». Los demás, especialmente el de Bruselas, siguieron jugando infantilmente al escondite. El Tribunal Constitucional ha hablado, pero no es seguro que Puigdemont y sus devotos tomen buena nota de ello. Ya veremos.

Segundo. En contra de esos parroquianos se alinearon dirigentes políticos de Esquerra y, en menor medida, del partido del propio Puigdemont. Lo hicieron con medias palabras e insinuaciones, que apuntaban oblicuamente a proponer a un candidato que consideraban limpio, no al hombre de Bruselas. Sin embargo, nunca se atrevieron a decirlo sin tapujos: temían las iras «del pueblo», que les señalaría como traidores. Este sector ´realista´ sabía, además, que los aparatos del Estado no se iban a cruzar de brazos. Y con un sentido de la doblez se dijeron: apoyaremos formalmente a Puigdemont hasta que el Tribunal Constitucional nos lo quite de encima. Por supuesto, después lo criticaremos.

Visto lo visto podemos concluir de este modo: se ha agudizado la pugna entre, de un lado, Puigdemont y sus devotos y, de otro lado, Esquerra Republicana de Catalunya. Lo que tendrá sus repercusiones en esta legislación-barullo que se podría abrir en la sesión de investidura. Si es que se abre, naturalmente. Porque la cosa sigue estando en el aire.  

Propuesta: el Senado de Roma envió al pueblo de los volscos una delegación para convencer a Coroliano, huido de Roma, de que depusiera su actitud. En dicha delegación figuraba la esposa y los hijos del mentado Coriolano. Estamos hablando del siglo V antes de nuestra era. La historiografía moderna afirma que Tito Livio, en su relato sobre Coriolano, no tenía buenas fuentes. Sea verdad o no, la propuesta sería: envíese a Bruselas una delegación de optimates catalanes para convencer a Puigdemont que deje de dar la tabarra. 




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