Tras la derrota del independentismo
catalán, algunos de sus dirigentes políticos están hablando ya de «nueva hoja
de ruta». Este recurrente término, nueva, suele ser con excesiva frecuencia
un artificio retórico para encubrir que la masa no está todavía en el horno. O
que se recurre a ella sin saber con qué relleno hay que adobar el asunto. Algo
así como los polvos de la madre Celestina. En definitiva, la Primera Venida,
que pronosticó Joaquín de Fiore, ha
fracasado. ¿Dónde quedó el famoso «nos vamos, nos vamos», que exhibieron
machaconamente dos pintorescos diputados en el Congreso?
¿Nueva hoja de ruta? ¿Cuáles son
sus objetivos mediatos, cuáles los inmediatos? Los líderes que en la vieja han
fracasado estrepitosamente ¿están en condiciones para darle al timón un giro de
180 grados? No parece que el provincianismo que han exhibido sus grupos
dirigentes esté capacitado para abordar una rectificación del cuaderno de bitácora
del independentismo, a menos que ese giro sea algo así como un parche sor
Virginia.
Y, sobre todo, no se puede pasar
a otra fase –saltar de la vieja a la nueva hoja de ruta-- sin analizar a fondo las causas del fracaso.
Hasta la presente todo el razonamiento ha sido de carácter exógeno: la culpa la
tiene el maestro armero, pasando de soslayo por las responsabilidades
endógenas, propias. Así pues, cuando el independentismo ha puesto bajo arresto
domiciliario la unilateralidad se hace imprescindible concretar las paredes maestras de la «nueva hoja de ruta». Sin
paralogismos, ni excusas. Pero naturalmente eso es cosa de ellos.
Pero esta nueva hoja de ruta no
parece haber llegado a los oídos del hombre de Bruselas. Sigue planteando una
mediación de la Unión Europea y, simultáneamente, rajando contra ella. Con una locuacidad desmedida; ahora plantea
que los catalanes deben votar si desean que Cataluña permanezca en la Unión
Europea. Puigdemont
está, por lo visto, fuera de sí en el territorio de lo que no es, no puede ser
y no será.
Una sugerencia a estos seguidores
de fray Joaquín de Fiore. Si ustedes quieren que algo fructifique en el siglo
olvídense de todos los campanarios. Tomen nota del mundo de la globalización.
No habrá Segunda Venida. Y, especialmente,
no seáis independentistas por encima de vuestras posibilidades. Con twitter o
sin twitter.
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