sábado, 18 de noviembre de 2017

¿El Ejército iba a entrar a saco en Cataluña?



Marta Rovira, la número 2 de ERC, lo sabe perfectamente: quienes se unen a un salvador se consideran a sí mismos un pueblo santo; un pueblo santo por su sumisión incondicional a ese salvador y sometimiento al mensaje escatológico que propaga. De ahí que la Rovira nos proponga un nuevo mensaje capaz de explicar por qué no ha sido posible la independencia de Cataluña y  su república. Nos lanza un mensaje fuerte que es la continuación de la guerra de 1714 por otros medios: con los aperos de labranza de la era digital.

Rovira ha declarado a RAC1 que los gobernantes catalanes estaban «preparadísimos» para poner en funcionamiento sus objetivos, pero no fue posible porque el Estado (sic), a través del Ejército, había preparado un baño de sangre. Los poetas crédulos y los historiadores subvencionados tomarán nota y, en menos que canta un gallo, será la doctrina oficial del independentismo para avivar el barbecho escatológico del «pueblo santo».

Rovira responde a lo que le podría parecer concepciones derrotistas de algunos de sus cofrades, esto es, no estábamos preparados, hubo improvisación, nos confundimos de etapa, hubo prisas, y toda la pesca. Hasta el mismísimo Artur Mas ha hablado recientemente que la cosa va, ahora, para dentro de … ¡quince años! Nada de eso: estábamos preparadísimos para bailar el mambo, pero fue el Ejército quien iba a entrar a saco en Cataluña. Empieza, pues, una nueva canción de gesta.

Rovira percibió el estupor que produjeron las declaraciones de los menos alocados. Debió horrorizarse con el plazo de quince años que hablara Mas. Así pues, enhebró una explicación que: a) diera ánimos al pueblo santo, b) reconstruyera una leyenda que salvara los muebles del grupo dirigente independentista, y c) sirviera de ariete electoral en la presente campaña electoral a favor de  su partido, ERC.

Marta Rovira no ha demostrado sus acusaciones, porque en la fabricación de leyendas y mitos no rigen esas minucias. Por ejemplo, sería absurdo pedir al autor del romance de doña Alda que demostrara si esta señora estaba o no estaba en Paris y si se encontraba con «doscientas damas para bien la acompañar». Una leyenda es una leyenda que no se rige por los cánones del puntillosamente pejiguera de Tucídides. En fin, una leyenda que se le ha escapado al hombre-twitter que vive en Bruselas. 


En resumidas cuentas, Marta Rovira revisita torticeramente el pasado. Y, como diría  el viejo Pereira, no quiere frecuentar el futuro. Quiere construir el presente con los cascotes de las viejas derrotas. Igual que el resto de sus cofrades, pero con más sobrecarga emocional. Lo dicho: más de lo mismo, pero por otros medios.


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