Marta Rovira,
la número 2 de ERC, lo sabe perfectamente: quienes se unen a un salvador se
consideran a sí mismos un pueblo santo; un pueblo santo por su sumisión
incondicional a ese salvador y sometimiento al mensaje escatológico que
propaga. De ahí que la Rovira nos proponga un nuevo mensaje capaz de explicar
por qué no ha sido posible la independencia de Cataluña y su república. Nos lanza un mensaje fuerte que
es la continuación de la guerra de 1714 por otros medios: con los aperos de
labranza de la era digital.
Rovira ha declarado a RAC1 que
los gobernantes catalanes estaban «preparadísimos» para poner en funcionamiento
sus objetivos, pero no fue posible porque el Estado (sic), a través del
Ejército, había preparado un baño de sangre. Los poetas crédulos y los historiadores
subvencionados tomarán nota y, en menos que canta un gallo, será la doctrina
oficial del independentismo para avivar el barbecho escatológico del «pueblo
santo».
Rovira responde a lo que le
podría parecer concepciones derrotistas de algunos de sus cofrades, esto es, no
estábamos preparados, hubo improvisación, nos confundimos de etapa, hubo
prisas, y toda la pesca. Hasta el mismísimo Artur Mas ha hablado recientemente que la cosa
va, ahora, para dentro de … ¡quince años! Nada de eso: estábamos preparadísimos
para bailar el mambo, pero fue el Ejército quien iba a entrar a saco en
Cataluña. Empieza, pues, una nueva canción de gesta.
Rovira percibió el estupor que
produjeron las declaraciones de los menos alocados. Debió horrorizarse con el
plazo de quince años que hablara Mas. Así pues, enhebró una explicación que: a)
diera ánimos al pueblo santo, b) reconstruyera una leyenda que salvara los
muebles del grupo dirigente independentista, y c) sirviera de ariete electoral
en la presente campaña electoral a favor de su partido, ERC.
Marta Rovira no ha demostrado
sus acusaciones, porque en la fabricación de leyendas y mitos no rigen esas
minucias. Por ejemplo, sería absurdo pedir al autor del romance de doña Alda que demostrara si esta señora estaba o no
estaba en Paris y si se encontraba con «doscientas damas para bien la
acompañar». Una leyenda es una leyenda que no se rige por los cánones del
puntillosamente pejiguera de Tucídides. En
fin, una leyenda que se le ha escapado al hombre-twitter que vive en
Bruselas.
En resumidas cuentas, Marta
Rovira revisita torticeramente el pasado. Y, como diría el viejo Pereira,
no quiere frecuentar el futuro. Quiere construir el presente con los cascotes
de las viejas derrotas. Igual que el resto de sus cofrades, pero con más
sobrecarga emocional. Lo dicho: más de lo mismo, pero por otros medios.
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