El flamante secretario general
de CC.OO., Unai Sordo, ha planteado en su
discurso de clausura del Congreso que «el sindicato debe insertarse en el siglo
XXI» (1). Al pan, pan y al vino, vino. Sin medias tintas. Nada que objetar. Al
contrario, mil felicitaciones por la claridad del lenguaje. Ahora bien,
comoquiera que no ha añadido la palabra ´completamente´ es de suponer que
todavía no está insertado ni poco ni mucho en este siglo. La lógica del
lenguaje tiene estas cosas. Así lo cree un servidor.
Por lo tanto, el desafío de
mayor calado del grupo dirigente es coger el timón para conducir la nave en esa
dirección. De este modo, tras el cambio congresual, se iría produciendo
gradualmente la renovación del proyecto sindical. Porque no es lo mismo cambio que renovación. En resumidas cuentas, la renovación se organiza
meticulosamente. No cae graciosamente del cielo. Que es cosa sabida pero con
frecuencia olvidada. En todo caso, sí parece tener sentido que, desde este
cambio, se puede favorecer la renovación del proyecto. Que debería ser
verificado periódicamente, observando los elementos que van apareciendo en ese
trayecto. En todo caso, no le será fácil a Unai poner en marcha ese viaje a la
renovación. Lo viejo siempre se resiste, siguiendo las consignas de cierto
arzobispo de Canterbury: «dulces adulaciones, agrias imposiciones», que han
reaparecido al final del Congreso, y manchado un tantico su final.
Dicho lo cual, sólo me resta
sugerir (que es cosa distinta que aconsejar) a Unai que tenga en cuenta una de
las enseñanzas de Claudio Eliano (170 – 235) que
en sus Historias curiosas puso en
boca de Aristipo, filósofo griego de la escuela
cirenáica, esta consideración: «Yo me he presentado ante vosotros no para
unirme a vuestro dolor, sino para ponerle fin».
Post scriptum.
Agradezco a la secretaría confederal de Prensa el envío de la Gaceta sindical del mes de Junio. Lo estudiaré de
punta a rabo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.