Pablo Iglesias el Joven necesita
unos días de descaso. Seguro que su médico de cabecera se lo ha recomendado. Le
esperan situaciones complicadas y es conveniente reparar fuerzas. Iglesias
debería hacerle caso al doctor. Y durante ese tiempo de necesaria relajación
debería leer la biografía de Enrico Berlinguer a cargo de Francesco
Barbagallo (Carozzi, 2014). Barbagallo es un prestigioso historiador.
Puntilloso donde los haya.
La biografía es un documentado
estudio de la vida y milagros del dirigente comunista italiano. La parte de
dicho libro que un servidor recomendaría a Iglesias es aquella que relata el
juego de corrientes en el interior del PCI y en sus órganos de dirección. De la
habilidad del veterano Luigi Longo y del joven
Berlinguer en convivir y hacer convivir posiciones tan diversas como las de
Amendola, Napolitano y Lama, de un lado, y las de Ingrao, Reichlin y Bassolino,
de otro lado. Los primeros, considerados coloquialmente, di destra; los segundos, familiarmente tildados di sinistra. Como es natural en los
congresos aparecían tales posiciones con el mayor diapasón. Al final de los
congresos, Berlinguer cosía elegantemente los diversos retales como un sastre
consumado. Fijaba la posición mayoritaria del partido con sobriedad, sin
estridencias, e incorporaba la zona de razón de la minoría ingraiana no
contradictoria con las posiciones de la mayoría. Síntesis constructiva. A
continuación proponía que los minoritarios estuvieran en los órganos dirigentes
en puestos relevantes. No era generosidad. Era política.
Iglesias, tras la asamblea
ciudadana de Vistalegre 2, puede hacer dos cosas: o imponer una paz cartaginesa
o actuar á la Berlinguer. Optar por
lo primero sería un despilfarro de talentos. Que no sólo afectaría a las
cabezas de los dirigentes purgados, sino a los sectores, no irrelevantes, que
han apoyado sus tesis. Aplicar la sabiduría berlingueriana sería una muestra de
saber hacer política.
Por lo demás, tengo el
atrevimiento de esbozar una arriesgada hipótesis. A medida que pase el tiempo
iremos viendo hasta qué punto Iglesias empezará a aplicar una considerable
parte de los planteamientos que ha defendido Errejón. No sería la primera vez
que, a lo largo de la historia, los vencedores formales en un congreso, cuando
la necesidad se imponía, se apropiaban de las ideas propuestas por los
derrotados. Es verdad, nunca lo reconocieron. Pero, ¿qué más da?, aquí no
estamos hablando de estética sino de política. Y la política tiene esas
paradojas. Queda dicha, pues, mi hipótesis. Ya lo recordaremos cuando se
produzca. Y no pediremos derechos de autor.
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