«No está en la cultura del PSOE
consultar a los militantes», ha dicho, en re menor, el presidente de la Junta
de Extremadura. Conclusión: el grupo dirigente del partido se auto legitima;
los militantes quedan reducidos a la pasiva naturaleza de adheridos o –peor todavía-- a la condición de «servidumbre voluntaria»,
tal como la entendió Étienne de La Boétie. Así
las cosas, la cotización monetaria que cada cual aporta al partido acaba siendo
un remedo de impuesto.
El razonamiento del dirigente
socialista Fernández Vara
se empeña a ser un razonamiento metahistórico: lo que no está en la cultura del
PSOE no tiene cabida en dicho partido. Y por extensión se podría razonar así:
lo que no está en la tradición del pensamiento, de la ciencia, de la moral y de
la política no tiene cabida en esas disciplinas. Sin embargo, sabemos que
Aristóteles plantó cara a su maestro, Platón; que los creadores del sistema
numeral indoarábigo se salieron con la suya no respetando la venerable tradición
de los números latinos; que Galileo se confrontó con la física instalada; que
Servet hizo tres cuartos de lo mismo en la medicina; y, en su campo, los
Beatles crearon el Yesterday para contento de
las generaciones de su tiempo. Moraleja, hasta el Camarón
de la Isla –renovando el cante
jondo— parece sacarle los colores a Fernández Vara.
Entiendo que las palabras de
este caballero explican, aunque parcialmente, no sólo la crisis de la
socialdemocracia sino la abulia en salir de ella. El militante, reducido a la
vaporosa condición de adherido, es solamente la prótesis del dirigente. Es
posible que, desde algunos puentes de mando, le hayan dicho: «No nos ayudes,
compadre».
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