Pineda de Marx. Concierto de la Orquesta Internacional Maravella, 2016
Albert
Rivera: "Estoy
dispuesto a no tener credibilidad si es por el bien de España" (1). Extraño razonamiento que no resiste ningún
convencionalismo de la lógica formal. Digamos que estamos ante una de esas
viejas cuestiones a las que los antiguos griegos eran tan aficionados y que
sólo por diversión o curiosidad le dedicaron cierto tiempo de estudio algunos
filósofos. Una de las paradojas más conocidas se atribuye al poeta filósofo Epiménides: «todos los cretenses son unos mentirosos».
Comoquiera que Epiménides era natural de Creta su aserto siempre estuvo en tela
de juicio. Compruébenlo ustedes mismos. La solución no puede ser otra que
nuestro filósofo fuera un embustero o bien nos tomaba el pelo para pasar el
tiempo.
¿Leyó Albert Rivera alguna vez
al bueno de Epiménides? No lo sabemos y, francamente, tampoco importa
demasiado. Porque parece ser que la tendencia a la sofistería es natural en
algunos personajes de la política, y da igual si es de apolillada estirpe o de
aparente nueva planta.
Desde que tengo uso de razón
vengo oyendo lo del «bien de España». Lo que siempre me provocó un hartazgo
insufrible que he procurado combatir con dosis de bicarbonato y otros productos
caseros. De hecho tan abstracto ideolecto nunca desapareció de la política. Lo
llevó a la sopa la aznaridad y el rajoyato lo extendió a los postres. Pero como
todo lo gelatinoso se contagia, este Albert Rivera lo incluye, además, en los
aperitivos de sus comistrajos.
El mandamás de Ciudadanos cambia su credibilidad por el bien de España. Lo que
llevado a una lógica extrema conduce a que, falto de materia creíble, su bien de España es una quisicosa extraña
y más concretamente un chichinabo para camelarse a una parte de la ciudadanía
que sigue angustiándose patológicamente por España. Es la sombra garrula del
98: la de aquellos doctos metafísicos que crearon más problemas que los que
pudieron solucionar.
No soy amigo de pronósticos,
pero en esta ocasión voy a arriesgarme. La gimnasia que está haciendo Rivera es
un entrenamiento que le llevará, andando el tiempo, relativamente lejos, esté
donde sea en los secanos de las derechas. Es un entrenamiento arduo: blanquea
el parné que es sospechoso, pinta cenefas en las habitaciones llenas de mugre,
esparce colonia barata como la de aquellos acomodadores de los viejos cines de
barrio, hace de aguaducho del rajoyato y cuanto sea menester por «el bien de España». O lo que es lo mismo,
está acumulando los artificios de la vieja politiquería, que disimula con unas
gotas de cointreau y otros licores benedictinos. Por eso, ahora está
representando óperas ligeras para hacerse ducho en la materia. Por ejemplo, la
mozartiana Così fan tutte. No tardaremos mucho en verle acometiendo un papel más
redondo, tal vez en el verdiano Falstaff. Siempre por el bien de España.
1) http://www.publico.es/politica/albert-rivera-dispuesto-no-credibilidad.html
1) http://www.publico.es/politica/albert-rivera-dispuesto-no-credibilidad.html
Radio Parapanda. Rajoy y los malvados banales en http://japariciotovar.blogspot.com.es/2016/08/rajoy-y-los-malvados-banales.html Escribe Joaquín
Aparicio.
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