«La
palabra borbonear no figura en el diccionario de la RAE. Pero se utilizó mucho
en España durante un tiempo dilatado, sobre todo para definir el ventajismo, la
falta de visión de largo plazo, el regate corto, la manipulación de voluntades
que caracterizó el reinado de un pícaro llamado Alfonso XIII, que lo practicaba con el objeto de “dominar
absolutamente la política española”, según la feliz concisión de Javier
Moreno Luzón en su biografía del rey.» Son palabras de
Jorge Martínez Reverte. Aclarado, pues.
Si
ustedes leen El País de ayer tendrán
cumplida noticia de que Albert Rivera
ha desempolvado la substancia del borboneo invitando a Felipe Sexto a
intervenir directamente en los asuntos de la política. Concretamente le pedirá
nada menos que convenza al PSOE que se abstenga en la sesión de investidura de
Mariano Rajoy. Lo que representa, además de una supina ignorancia de los
estragos que produjo la técnica del borboneo, una descomunal imprudencia
política. Primera conclusión: Rivera desconoce la historia de España y,
relacionado con ello o no, es un imprudente de tomo y lomo.
Y
algo más: ¿cabe este caballero en la vega de los reformadores o es un producto
de secano? En realidad, esa propuesta expresaría con cierta precisión hasta qué
punto algunos intentos de regeneración de la política son una mandanga
encuadernada en piel. No se puede ser renovador y, simultáneamente, proponer
los viejos códigos que, durante años, encanallaron la vida política española.
En definitiva, estimo que la renovación que propone Rivera es (con perdón) caca
de la que cagó la vaca. O, por mejor decir, un anzuelo para que piquen, en este
caso concreto, aquellas gentes de derechas que están hasta la cruz de los
calzones del marianismo y sus atalajes. Así pues, la propuesta de borboneo de
Rivera ha puesto al descubierto hasta qué punto la palabra regeneración se ha convertido en una «palabra enferma» tal como entendía
ese concepto Alberto Moravia.
Ahora
bien, ¿qué buscaba Rivera al proponer su desatino veraniego? Aproximadamente lo
siguiente: que el sexto Felipe le echara un capote. Comoquiera que ha repetido
ad nauseam que no apoyaría la investidura de Rajoy debe justificar a sus
parciales y votantes su abstención
técnica en la segunda votación. Cosa que le crea no poca incomodidad. De
ahí que busque el acompañamiento del PSOE, que podía propiciarle el Rey. Lo que
podría llevarnos a ciertas consideraciones: primera, en las estanterías de
Rivera no hay libros de historia, al menos de la más reciente; segunda, los
proveedores de ocurrencias de Ciudadanos están más preocupados por lo del
pokemon que en formarse debidamente; tercero, que el grupo dirigente de
Ciudadanos está a la Luna de Valencia.
No
nos imaginamos al sexto Felipe reincidiendo en los zascandileos de su
bisabuelo, aquel Alfonso de triste memoria. Ni siquiera con estas calores
saharianas.
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