Esperanza Aguirre: "Si no fuera política, haría lo que pudiera
para pagar los menos impuestos posibles". Así habló la señora condesa
consorte en La Sexta. Por cierto, no
le llegó el aplauso que ella esperaba.
Cuando, hace ya muchos años, los sindicalistas
denunciaban que había un sistemático ataque
contra lo público, algunos comentaristas de garrafón y ciertos chamarileros
de la política reaccionaban
desdeñosamente afirmando que éramos unos pajarracos de mal agüero. A partir del
año 2008, con la irrupción de la crisis, el ataque a los sistemas públicos se disfrazó de
noviembre para no infundir (demasiadas) sospechas. Algunos jerarcas del
gobierno catalán, bajo el reinado de Artur Mas, retorcieron
los lenguajes: los recortes se vendieron como ahorro e, incluso, como
inversiones. Lo que sirvió de acicate para que la motosierra se instalara a lo
ancho de la piel de toro.
La novedad ahora está en que, manteniéndose los
recortes y los lenguajes que intentan justificarlos, aparece una sintaxis que
pretende hincarle el diente a las fuentes de financiación de lo público, vale
decir, la política fiscal. De un lado, Mario Vargas Llosa que afirma que cuando existe una fiscalidad
desproporcionada es normal que ciertos contribuyentes se busquen la vida en los
paraísos fiscales; de otro lado, ese Bertín Osborne induciendo al personal a seguir su ejemplo, aunque
siempre dentro de la ley. La cuadratura del círculo, vamos.
En ese mismo espacio-tiempo (coincidiendo, además, con
la fechoría del ex ministro Soria y la multa al
pétreo Aznar) la condesa, ya
sin metáforas ni melocotón en almíbar, se lanza a cara descubierta, aunque como
capitán araña: paguen ustedes lo menos posible; o sea, embarca a la gente y
ella se queda en tierra con la excusa de que es
«política».
Así pues, se trata de arremeter contra lo público desde una posición de boicot
a la política fiscal. Y a ello se les exhorta desde importantes personalidades
que, en unos casos, son políticos y en otros de la órbita social. Pero ya no
estamos ante un ataque en clave teórica sino con la práctica concreta y sin
remilgos.
Otra novedad: algunos de los
capitanes arañas están cayendo como moscas, y la lista de los panameños y otras behetrías no ha hecho más que empezar. Más tarde o más
temprano caerá la mitad del abecedario.
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