miércoles, 10 de febrero de 2016

Getafe, capital de la Gloria. A propósito de los 8 de Airbus



Primer tranquillo

Mucho se viene escribiendo durante estos días, también en este blog,  sobre los 8 de Airbus y la campaña solidaria con ellos, como epítome de los sindicalistas encausados por el ejercicio del derecho de huelga. Y, con toda seguridad, seguiremos leyendo más reflexiones sobre el particular. Con todo, ahora lo que me interesa es resaltar la acción solidaria de los trabajadores españoles que han sido convocados por los sindicatos, Comisiones Obreras y UGT. Naturalmente Getafe fue la referencia cuantitativa y cualitativamente de esa solidaridad. Pero ahí no quedó la cosa: en las principales ciudades españolas se pudieron ver concentraciones y manifestaciones, asambleas y actos públicos que indicaban a los representantes de los trabajadores de Airbus; digamos que, durante estos días, nuestros compañeros de ese centro de trabajo son los representantes del conjunto asalariado de nuestro país.  Así es que cualquier reflexión que se haga sobre el estado actual del sindicalismo español debe partir de todo ello: a) de la solidaridad con los 8 de Airbus; y b) de la importancia de la misma.

No sólo son los trabajadores quienes han vuelto a levantar la voz con punto de vista fundamentado, arropados por los sindicatos europeos. También un buen número de intelectuales y artistas que nuevamente han expresado su repulsa contra ese intento de criminalización de un buen manojo de libertades democráticas. Y no menos ejemplar está siendo hasta ahora el vínculo entre las izquierdas políticas, los sindicatos y quienes son agredidos como personas, en su quehacer como representantes y en sus convicciones. De ahí que todo juicio sobre el estado de salud de las izquierdas españolas, manifiestamente mejorable, también debe partir de ese dato. Y no principalmente para soslayar todo tipo de nihilismo sino para desarrollar las potencialidades de nuestras izquierdas. Digamos que cualquier tipo de razonamiento crítico sobre las izquierdas debe arrancar también de ese dato: del ejercicio de la solidaridad como valor republicaine, pariente próximo de la fraternité.

Segundo tranquillo

El ejercicio de la solidaridad que, durante estas últimas semanas han puesto en marcha los sindicatos, es una interferencia contra las nuevas enemistades que ese valor ha concitado desde antiguo y que, de un tiempo a esta parte, se ha puesto de manifiesto. Me refiero concretamente a quienes intentan proscribir ese concepto y su palabra. Es decir, aquellos que quieren convertir su sentido positivo en su opuesto. Vale decir, cuando lo comportamientos de aceptar al otro –especialmente de los mal llamados inmigrados irregulares y, ahora, los refugiados--  se quieren definir como ilegales y se prevén sanciones (o juicios como es el caso de todos los sindicalistas encausados) contra quienes ejercen el apoyo militante a quienes quieren garantizar los derechos fundamentales.

Por eso, entiendo que el substrato de las movilizaciones de estos días a favor de los 8 de Airbus debe ser leído con atención. Por supuesto, hay un deseo de acompañar a los encausados; es una serie de  actos de autoprotección; hay, además, una repulsa a la mutilación de la democracia. Y es, por consiguiente, la reaparición de las mejores tradiciones de los movimientos sociales. Un proyecto político y social que no cuente  con ese valor –repetimos, la solidaridad— es un zurcido sin pies ni cabeza.

Si tuviéramos entre nosotros a Rafael Alberti --«Madrid, capital de la Gloria», afirmó--  es posible que ahora dijera: «Getafe, capital de la Gloria».  



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