Soy consciente de que, en este ejercicio de redacción, me voy a meter
en un charco. Lo hago a propósito del éxito de los 8
de Airbus que tanta literatura está provocando. Hasta la presente algunos dirigentes
sindicales han hablado de que se trata de «un triunfo de la democracia». Yo veo
las cosas de una manera, que no es contradictoria sino diversa.
Un servidor entiende que el
triunfo de la democracia habría sido que los 8 de Airbus no hubieran sido
imputados y, por lo tanto, ni siquiera juzgados. Porque lo fundamental no es
que la «huelga no sea delito» (una construcción que ha servido de eslogan de la
campaña solidaria) sino que es un derecho sacrosanto que distingue a la
democracia a través de la Constitución Española. Por eso afirmé hace meses que
dicho eslogan defensista y en negativo no era el más feliz. El énfasis más
adecuado hubiera sido calificarlo como derecho. Ahora bien, más allá de estas consideraciones,
lo cierto es que los dichosamente célebres 8 de Airbus han salido sanos y
salvos de la estupidez que provocó la covachuela del ministerio fiscal cuando
lo llevó a juicio.
Argumenta Norberto Bobbio «que el problema grave de nuestro
tiempo respecto a los derechos humanos no era el de fundamentarlos sino el de
protegerlos» (El tiempo de los derechos, Editorial Sistema 1991). Así sería en
tiempos del maestro italiano, pero ahora el problema es que, desgraciadamente,
las cosas vuelven a ser, en cierto modo, similares a cuando el problema estaba en
fundamentar los derechos como ´momento´ anterior al de protegerlos. Lo decimos
porque la novedad que ha introducido el neoliberalismo y sus franquicias,
políticas y culturales, es la intención de romper el ciclo ascendente de
conquistas de derechos: en unos casos de manera sutil y en otros de manera
abrupta, criminalizando los derechos y, en la práctica, su ejercicio. Digamos,
pues, que en el caso de Airbus, cuando esa zona, en este caso negra, el
ministerio fiscal decidió meterle mano a los huelguistas, su cometido fue no fundamentar ni proteger el derecho de huelga. De ahí la importante reacción de
todos los que solidariamente se movieron a favor de los 8 sindicalistas.
Por otra parte, este ciclo
regresivo –de romper la marcha de los derechos y su criminalización-- vuelve a proponer que la libertad y la
igualdad de los hombres y mujeres no es un dato de hecho en la democracia, sino
un constante ejercicio de los mismos, no es un ser sino un deber. Porque –dígase
sin rubor— la democracia también tiene sus agujeros negros, y sus ondas
gravitacionales en ocasiones no son música celestial sino ruidos cacofónicos. Aquí,
en el caso que nos ocupa, la música
celestial la han puesto el equipo de juristas --¡viva Enrique
Lillo y sus compañeros!— y el Magistrado. Por supuesto, en el escenario
estaba el coro verdiano de quienes cantaban, aquende y allende los mares, que
el derecho de huelga no se toca.
Por lo demás, queda pendiente la
siguiente meditación: ¿cómo se repara el dolor, la inquietud personal de las 8
familias durante todos esos años? Cómo me gustaría saberlo.
Por lo demás, les dejamos con la
palabra fundamentada del maestro Juan Terradillos:
http://baylos.blogspot.com.es/2016/02/la-sentencia-airbus-y-una-reflexion-de.html
Juan López Gandía "La democracia también tiene sus agujeros negros y sus ondas gravitacionales". Derecho de huelga, libertad de expresión, ley mordaza, titiriteros,y un largo etc.. No es sólo cuestión de neoliberalismo sino también de autoritarismo postdemocrático, que se ejerce desde el comienzo de la crisis, desde 2008, "de régimen", de un Código Penal heredado de épocas de gobierno del PSOE y ahora del PP.
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