Mi padre me aconsejaba que «ni
pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvió». Tuvo que ser en la práctica
cuando yo diera aproximada veracidad a esta sentencia que es muy socorrida en
la Vega que baña el río Genil. Puede que no sea de validez universal, pero en
esta ocasión parece ser tan cierto como una casa de payés. Oigo y leo que Ada Colau «considera
incompatible negociar si se mantiene la huelga de Transportes Metropolitanos de
Barcelona» (1). Incompatible es una
expresión que, en iguales circunstancias, hemos oído por parte de autoridades
de la mayoría de los partidos así en Barcelona como en Nueva Orleans. Pero
nunca pensé que pudiera haberlo dicho la alcaldesa de Barcelona.
Mi estupefacción se explica
porque Colau proviene de la acción colectiva de los movimientos sociales. Es
decir, que no es un producto de laboratorio. Y en buena medida la simpatía y el afecto que
siempre le ha tenido este blog viene de ese origen. Digamos, pues, que –a pesar
de estar uno cargado de años-- no acaba
de estar curado de espanto. Por ello me he puesto a meditar detenidamente el
por qué de ese ex abrupto, llegando a dos conclusiones no definitivas. Una,
hasta la persona más insospechada le puede venir un pronto de autoritarismo.
Otra, Colau podría ser –repito, podría ser— una aproximación a esa izquierda social que no tiene la suficiente
consideración con el ejercicio del derecho de huelga y uso, independiente de
las contingencias políticas. Sus asesores, tres cuartos de lo mismo. Por
último, en próximos días –si encuentro la necesaria templanza— volveré con más
sosiego sobre el particular.
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