Quien quiera estar debidamente informado
de la situación de lo que genéricamente podríamos denominar «el Estado de los
medios» debe leer con atención el libro Mañana
será tarde, de José Antonio Zarzalejos (Planeta, 2015). Concretamente el
capítulo dedicado a ellos, el último ensayo del volumen, que tiene un titulo
sugerente: Poder tóxico y medios
prostituidos. Por supuesto, tampoco
se pierda el resto de los trabajos que aparecen en dicho libro.
Zarzalejos hace una rigurosa
anatomía del estado de la cuestión. A saber, la profunda reestructuración e
innovación de los medios: gráficos de viejo estilo y digitales, televisivos y
radiofónicos, youtuber y demás berzas. Añado de mi propia cosecha que ese
proceso de reestructuración e innovación ya no es algo que se produce de higos
a brevas sino permanentemente, a diario. De cómo las versiones on-line de los grandes diarios han
canibalizado los medios. Más todavía, de reagrupaciones y fragmentaciones de
holdings y empresas. Del vínculo de todo ello con las empresas inmobiliarias y
otras de peor reputación. Y de la relación de todo ello con los «poderes
tóxicos» de la economía (nacional y extranjera) y de la política, convirtiendo
en meras hortalizas los ceses directores consolidados –con independencia del
juicio que tengamos de ellos-- como Pedro J. Ramírez, Javier
Moreno y José Antich
de El Mundo, El País y La Vanguardia respectivamente.
Zarzalejos disecciona la
profesión, los tertulianos y la ética del oficio. Y por no dejarse nada en el
tintero, habla también de los concursos televisivos y otras coles de Bruselas.
Resumiendo, habla de todo, menos de los crucigramas. Una joya.
Les sugiero a mis amigos,
conocidos y saludados que no se pierdan la lectura-estudio de este libro. A los
sindicalistas les será útil para sus cosas; a los nuevos periodistas para que
sepan dónde se han metido. De los políticos instalados poco puedo decir: de
sobra saben qué se traen entre manos en esa pocilga. Que ya no es el Parlamento de papel como se
decía antaño. De la opinión aproximadamente razonada se ha pasado a la
publicidad, agitación y propaganda.
Hace años reflexionaba sobre el
particular: «… Todo ello pone en tela de juicio la calaña de los poderes
mediáticos. De ahí que me pregunte, ¿no ha llegado el momento de establecer una
serie de garantías concretas para que el lector (y lectora, por supuesto)
reciban una información ponderada y, al menos, aproximadamente fiable? Nuestro
amigo Enzo Marzo plantea, en ese
sentido, la aprobación de un Estatuto de los lectores en su doble vertiente de
ciudadanos y consumidores en su libro Le
voci dei padroni» en: http://alametiendo.blogspot.com.es/2012/02/el-estatuto-de-los-lectores-y-las.html.
Permítanme
un desahogo personal: leyendo el libro de Zarzalejos me acordé de mi padre. Cada
mañana me decía antes de leer el Ideal (Granada): «Vamos a ver qué mentiras
traen los papeles». Y yo,
entrometidamente, le decía: «No se llaman papeles, se dice periódico». Su
respuesta no la pongo porque no hay que darle cuatro cuartos al pregonero.
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