1.-- Las elecciones catalanas han pasado dejando
las novedades que apuntan Manel García Biel y Paco Rodríguez de Lecea en sus blogs respectivos (1).
Si alguien dijera que no ha sucedido nada de interés es aproximadamente un
lerdo.
No cabe
duda que Artur Mas y sus alistados, la
formación electoral ad hoc, ha sido la primera fuerza en escaños y votos. Por
otra parte, no es menos cierto que no han conseguido los resultados que
esperaban y que sus expectativas no se han cumplido plenamente. También es
verdad que los resultados en escaños de esta coalición del presidente no casa
exactamente con lo esperado por los componentes principales de dicha coalición,
Convergència y Esquerra Republicana de Catalunya. Un análisis de estas
variables que no parta de ahí es sospechoso de querer camuflar lo sucedido.
Puede ser
que Artur Mas diseñara el proyecto, que llamó tan inapropiado como pomposamente
plebiscitario, con la idea de no pasar en solitario el cáliz de unas elecciones
en unos momentos de agobio con los conocidos casos de corrupción en su partido
y no pocas sedes embargadas. Y, de paso, esquivar el hipotético sorpasso de Esquerra Republicana.
Porque, en realidad, lo que estaba en juego era qué partido iba a dirigir el
proyecto político de Cataluña camino a la independencia, fuera esta viable o
posible. Así pues, el carácter de plebiscito era el antídoto contra unos
resultados que no se esperaban gratificantes para Convergència. Sea como fuere,
lo cierto es que el movimiento plebiscitario fue cuajando.
Digamos que
los datos indican que el mencionado plebiscito no ha ganado cuantitativamente. Pero la “victoria”
del llamado no ha sido por los pelos.
El dato emergente es que hace años el independentismo catalán era
porcentualmente irrelevante. De un tiempo a esta parte, cual mancha de aceite,
se ha ido extendiendo y parece instalarse ahora en un lugar más que
confortable. De hecho, si estuviéramos en un paradigma sosegado estaríamos
hablando de un «empate técnico». Que todo esto me disguste profundamente no me
impide ver cómo se manifiestan las cosas. En resumidas cuentas, ya no hay poso
independentista en Cataluña sino una realidad consistente. Que, quien avisa
cumple con su obligación, puede incrementarse todavía más. Las últimas
decisiones –la del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya y la del Congreso
de los Diputados-- ayudará a ampliar el
almacén independentista.
En
resumidas cuentas, no hay una sola lectura del resultado de las elecciones
catalanas. Ciertamente, puede haber –y las hay en demasía-- lecturas interesadamente cortoplacistas, pero
estas solo sirven para tranquilizar en apariencia el estado de ánimo de los
componentes del empate técnico. De
momento el tiempo juega a favor de los independentistas. Que están interesados
en que no haya solución política al problema. Sabedores, además, que el almacén
demográfico juega a su favor. Ahora bien, sin solución política podemos
establecer esta hipótesis: está servido el conflicto permanentemente instalado.
No se saldrá de esa situación, sin embargo, si no es a través de una solución
política. Mas todavía, la duración de esa situción jugará a favor de las
aspiraciones independentistas. No se confundan: no defiendo el independentismo,
simplemente me limito a exponer la trazabilidad de un conflicto que, de momento,
nadie (con la influencia necesaria y suficiente) está interesado en resolver.
Lo que sí podemos aventurar es otra hipótesis: parece dudoso que Rajoy y Mas
quieran hacerlo y, sobre todo, estén capacitados para ello.
2.-- Pues bien, finalizadas las elecciones se está
ya en pleno proceso de cabildeos. Nada de lo realmente importante tiene cabida
durante estos días en el debate de Cataluña: nada sobre el escándalo de la Volkswagen , nada de la
guerra en Siria. La ínsula está al margen del universo mundo.
En todo
caso, el dato más relevante es la negativa de la CUP ha prestar su apoyo a la investidura de Artur
Mas. “No investiremos a Mas, y punto”, ha reiterado bombásticamente el primer
espada de la CUP. Pero
todos sabemos que, en las lides de la política, tamañas contundencias han
acabado en agua de borrajas, justamente en lo contrario de lo que se afirmaba
tan ruidosamente. Sea como fuere la “no investidura de Mas” introduce caos en
la política catalana –desde luego, peor sería su investidura-- y, de no resolverse, la hipótesis de nuevas
elecciones no sería disparatada.
Hay un
segundo dato. Permítanme que haga un paréntesis. Un nutrido número de alistados
de Mas se han quedado afónicos durante toda la campaña proclamando las
hipotéticas ventajas de la
Cataluña independiente. Que si las pensiones, que si el
sistema educativo, que si patatín, que si patatán. Curiosamente no oimos hablar
a nadie sobre la sanidad. Los oradores tuvieron la prudencia de no hacer el
ridículo dados los estándares de la sanidad catalana que está en el farolillo
de cola de las comunidades autónomas. Pero es posible que no fuera ese el
motivo. Alguien debió susurrarles a los candidatos que ese negocio no se toca. Se
cierra el paréntesis.
He aquí el
segundo dato. Comoquiera que el mundo es un pañuelo, ayer nos levantamos con la
siguiente información: un grupo de asesores del president Mas está estudiando
de qué manera trasladar importantes áreas de la sanidad pública a la privada
(2). Una curiosa estafa: se pretenden crear “estructuras de estado” privadas
–una contradicción en los términos--
trasladando ingentes masas financieras al mundo de los negocios y,
además, sin controles democráticos. En concreto: un nuevo estado sin Estado de
bienestar, digno de ese nombre.
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