Los secretarios generales de CC.OO. y UGT, Toxo y
Méndez, se declararon ayer contrarios a la independencia de Cataluña. La
respuesta de los dirigentes sindicales catalanes de ambos sindicatos fue tan
rápida como escueta: “nosotros estamos por el derecho a decidir”. Se hace notar
que: a) Toxo y Méndez no hablan del derecho a decidir, y b) que, en la
respuesta catalana, no se menciona si están a favor o en contra de la
independencia de Cataluña. Sea como fuere, el caso es que estamos ante un
desencuentro no irrelevante. Que, ciertamente, no es de ahora.
Dispénsenme un meandro: la
historia de las relaciones entre, al menos, Comisiones Obreras de Cataluña y la
confederación general ha habido no pocos contrastes. Hablo de mis tiempos,
naturalmente. Pero con la misma claridad debo decir que, cuando surgía uno de
ellos, practicamos en diálogo, no siempre fácil, y tras las síntesis sucesivas
nos poníamos de acuerdo. Me refiero a los tiempos de Marcelino
Camacho y Antonio Gutiérrez, dos interlocutores potentes. Pues bien, no es esto lo
que sucede ahora: el desacuerdo es público y de gran envergadura. Se acaba el
meandro.
Hace más de un año, algunos
percibimos que con relación a la cuestión catalana los sindicalistas
confederales y los catalanes iban acentuando sus matices hasta llegar a
convertirse en divergencias, que aunque no públicas eran la comidilla de
los allegados a unos y otros. Algunos planteamos la necesidad de que se hablara
sin prejuicios, con claridad. Hasta donde sabemos, nadie –lo que incluye por extensión
a los dirigentes estatales-- hizo
movimiento alguno de acercamiento de posiciones. O, tal vez, se hicieron y, así
las cosas, constataremos que no han llegado a síntesis alguna.
De haberse llevado a cabo tal
debate alguien hubiera planteado el problema, si es que lo hay, entre una
hipotética independencia de Cataluña y la relación entre unos y otros; alguien
hubiera puesto encima de la mesa si, en esa situación, qué vínculo tendría el
sindicalismo catalán con la Confederación Europea de
Sindicatos; alguien hubiera alertado de que, con
razón o sin ella, la Organización Internacional del
Trabajo (compuesta por sindicatos, empresarios y estados nacionales) no
admitiría a Cataluña en su seno. Pero de ello (ni de nada) se habló entre, por
simplificar, Madrid y Barcelona. Nadie, en Madrid tampoco, supo ni quiso
anticiparse a los movimientos. Desde luego, Fernández Toxo tendrá que apechar,
durante toda su vida, con su falta de reflejos ante esta cuestión. Por lo
demás, así las cosas, ¿sabemos a ciencia cierta que la opinión de Toxo es
compartida por el conjunto –o, al menos, por la mayoría-- de la CS de
Comisiones Obreras o es un pronto?
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