Francisco J. Trillo Párraga
Debate sindical *
El rico debate que se está llevando a
cabo sobre el momento actual que atraviesa el sindicalismo confederal, tanto en
el blog Metiendo Bulla como Según Antonio Baylos, han estimulado las reflexiones que a
continuación siguen.
Mucho se ha debatido y discutido sobre el futuro del sindicalismo confederal desde la irrupción de la crisis, ya sea desde el propio sindicato que desde sus alrededores académicos. En este sentido, la prudencia parece aconsejar seguir reflexionando e intervenir si algo se puede aportar. Esto es, en ocasiones se encuentran reflexiones y diagnósticos que parecen provenir más de las pulsiones –más o menos ocultas- que del análisis social, económico y jurídico que determina el comportamiento del sujeto colectivo de representación de los trabajadores. Lo cual somete al debate sobre el presente del sindicalismo confederal a una suerte de valoración sobre la corrección –o incorrección- de la actuación sindical en un determinado momento.
El hecho apenas señalado, creemos, ha arrojado con carácter general el olvido de algunos aspectos que podrían contribuir a contextualizar el momento actual que atraviesa el sindicalismo confederal y desde el que avanzar en el debate. Me detendré sobre dos de ellos.
El primero tiene que ver con la capacidad que ha mostrado tanto el poder público como el poder privado de convencer culturalmente sobre el carácter estrictamente mercantil del trabajo, cuya degradación resulta necesaria para permitir una recuperación económica en los distintos sectores y empresas. Dicho de otro modo, el contenido, valor y alcance del trabajo ha sido reconstruido desanclándolo progresivamente de cualquier relación con su función vehicular de acceso a la ciudadanía social. A este respecto, el proyecto sindical alternativo a este discurso se ha circunscrito a mantener una fuerte beligerancia consiguiendo grandes logros -y otros no tan grandes, pero significativos-, pero con una cierta dificultad a la hora de elaborar propuestas alternativas que den cuenta de la situación actual del trabajo. En definitiva, se echa en falta un debate más profundo y riguroso sobre las condiciones materiales en las que el trabajo se desarrolla ya desde antes de la crisis, entre otros factores derivados de la relación artificiosa cada vez más estrecha entre la regulación laboral y necesidades económicas.
Todo ello, pese a que existen textos bien
interesantes y estimulantes que quieren contribuir a este debate, como el que
nos muestra La parábola del
sindicato o el que toma como
premisa el hecho de que nos encontramos ante una tercera revolución industrial
en la que se ha alumbrado una renovación del taylorismo: el taylorismo digital.
Acompañar y profundizar este debate podría arrojar algo de luz sobre las formas
e instrumentos más adecuados para desarrollar la representación de los
trabajadores. O lo que es lo mismo, a indagar, a estudiar, si los cambios que
se han operado en los modos de producción determinan –y cómo- la regulación del
trabajo proveniente fundamentalmente de la regulación autónoma colectiva y, por
tanto, de las formas y contenidos de la representación de los trabajadores. Por
cierto, en este ámbito no existe tampoco una reflexión política que vaya más
allá de lo estético, pese a que de tanto en tanto se trae a colación el
fundamental debate sobre el cambio de modelo productivo, aunque no haya habido
un consenso suficiente acerca del cuál ha sido éste y hacia dónde se quiera
reconducir.
El segundo tiene que ver con el posicionamiento que los trabajadores, tanto públicos como privados, hemos mantenido con carácter general antes y durante la crisis. Haré referencia solo al sector público, donde ha existido y existe un total abandono del trabajador respecto de los problemas de los distintos sectores que conforman el área pública y, por tanto, respecto de los proyectos sindicales para combatir -e incluso revertir- aquéllos. Lo cual ha implicado, bajo este punto de vista, un proceso de alejamiento entre condiciones de trabajo y organización de la prestación de dichos servicios públicos. Es decir, se ha desligado la relación ineluctable entre condiciones de trabajo y empleo y efectividad social de la prestación de aquellos servicios públicos, a favor de una preocupación exclusiva de los trabajadores por sus derechos económicos.
Esta situación se ha agudizado ya en
tiempos de crisis, asistiendo además a un menosprecio del sujeto colectivo,
pese a que con mucha probabilidad es en el sector público donde se han
desarrollado las experiencias más interesantes tanto en el ámbito del conflicto
como en el teórico sobre la prestación material de los distintos servicios
públicos y las alternativas reales que pueden llevarse a cabo distintas de su mercantilización.
En definitiva, podría resultar fértil reflexionar sobre el sindicato desde el estudio de un proceso de producción en el que el trabajo, con toda seguridad, desarolla un papel distinto en relación con su función política, económica y social. Y, relacionado con lo anterior, intentar desenmarañar las causas por las cuales los trabajadores se han alejado de sus problemas laborales y de sus representantes sindicales, intentando no acudir a posiciones maniqueas al respecto.
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