Aunque sea
arriesgado me atrevo a decir que las promesas electorales no jugarán un papel
determinante en la caza y captura del voto en los próximos comicios. Sospecho
que las cosas irán por otro camino: el intento de cambiar todo lo que se pueda
esta situación. De manera que no será tanto el voto como el contravoto lo que va a funcionar. Es decir, ya no vale el que se votó siempre o
casi siempre o en determinados momentos. Por supuesto, no creo que sea la
primera vez que ello sucede, Sin embargo, en esta ocasión parece que tiene unas
proporciones más acusadas y masivas. Es como si el contravoto ofreciera, en esa
tesitura, unas mínimas garantías de limpiar la pocilguilla.
Estos no
son tiempos normalizados, si es que alguna vez hubo tiempos normales. Así es
que, en realidad, el contravoto es un experimento, que se explica por el
lodazal de esta crisis de crisis. Como si el personal sintiera que hay una prioridad: intentar
echar fuera del damero a quien cree responsable del temporal o a quien le achaca
ser «colaborador necesario» o, simplemente, quien parece que no intimida lo
suficiente. Lo que, sin duda, creará una amplia agrupación de agraviados.
Esta
actitud del contravoto tendrá visos de un infantilismo que refunfuña e, incluso, será aproximadamente
injusto con ciertas fuerzas que han estado batallando de verdad. Pero así, me
parece, están las cosas. Tiempo al tiempo. De todas formas no me hagan caso;
desde que era niño chico se supo que no tenía ni pajolera idea de qué cosa es
eso del artificio de la política. Lo prueba el siguiente sucedido: cuando yo leí
en el IDEAL de Granada en noviembre de 1952 que Eisenhower había ganado las
elecciones a la presidencia de los Estados Unidos grité: «Viva, viva, hemos
ganado». Mi padre me miró con mala uva y me dijo: «¿Estás tonto, niño?. Han
ganado los republicanos, malafoyá». Yo le respondí mohíno: «Pero, ¿no somos
republicanos nosotros?». Pepelópez respondió tonante: «Nosotros somos demócratas».
Y dije: «Y eso qué es». Lo que prueba
evidentemente que, ya desde los nueve años, voy desnortado.
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