Nota editorial.
Estoy preparando un trabajo largo y tendido sobre la cuestión sindical. Aparecerá en este
mismo blog dentro de unos meses. De momento ahí va un anticipo, precisamente un
fragmento del primer capítulo.
1. De
entrada, el elogio obligado (y justo) al sindicalismo
1.-- Desde
la legalización de los sindicatos (1977) hasta el estallido de esta crisis se
ha producido el ciclo de conquistas sociales más importante en la historia de
nuestro país. Tanto por su amplitud como por su importancia en la condición de
vida del conjunto asalariado. Lo digo, sobre todo, porque nobleza obliga. Este
«ciclo largo» ha trenzado un notable elenco de bienes democráticos; de un lado,
en el terreno más directo e histórico del sindicalismo como es la negociación
colectiva; de otro lado, en el novísimo de
los terrenos del Estado del bienestar: sanidad y educación, protección social y
derechos sociales dentro y fuera del ecocentro
de trabajo. Además, la novedad ha estado en que estas materias eran patrimonio
exclusivo de la acción política de los partidos: los sindicatos deben
preocuparse sólo (decían enfáticamente los partidos, incluidos los de
izquierdas) de los salarios y la reducción de la jornada laboral. Es más, tales
conquistas se han dado casi en la mitad de tiempo de lo conseguido en Europa
tras la Segunda
guerra mundial. Sin embargo, tengo para mí que desde el propio sindicalismo
confederal no se ha valorado, durante el recorrido de dichas realizaciones, la
acumulación de tantos bienes democráticos.
Creo que
hay dos explicaciones de la ausencia de dicha valoración. Una, se ha dado más
importancia –rayana en la mitografía de los conflictos— a las luchas que a las
consecuencias positivas de esas luchas; es decir, no se ha visto la relación
entre movilización y conquistas sociales; de ahí que el sindicalismo, en tanto
que «sujeto reformador», como hemos dicho en otras ocasiones, haya quedado
diluido. La segunda explicación está en la existencia de un alma (casi
prevalente) en el sindicato que parece entender lo conseguido para los
trabajadores en clave de «caridad» y no de «transformaciones sociales».
Las
consecuencias, o al menos algunas de ellas son: los trabajadores no han sido
educados, desde las filas del sindicalismo, como los sujetos principales de
tales conquistas, y el propio sindicato todavía no ha sido lo suficientemente
consciente de su capacidad de dirección y coordinación. Como muestra este
botón: ¿en qué convenio colectivo que hemos publicado se ha hecho la historia
de esa negociación, de su conflicto y la valoración de los resultados? Desde
luego, lo que ha prevalecido oralmente es la épica de las luchas, pero no la
conclusión de ese trayecto. En definitiva, los trabajadores, en el mejor de los
casos, han tenido de nosotros una visión, metafóricamente hablando, caritativa.
Todo ello
podría guardar alguna relación con algunas bolsas de hostilidad de capas de
trabajadores con relación al sindicalismo.
1.2.-- En este «ciclo largo» (1977 – 2008) se ha
producido un giro copernicano en las relaciones intersindicales: pasada una
primera etapa de gresca y mutuos sectarismos se va concretando una rica
experiencia de unidad de acción. Soy del parecer que aquí está la madre del
cordero de lo alcanzado en el «ciclo largo». Vale la pena señalar que tan
prologada fase de unidad de acción ha sido construida no en base a criterios
ideológicos sino en la práctica diaria, poniendo siempre en primer plano
coincidencias y objetivos. Ni qué decir tiene que la fuente de esta unidad ha
sido el itinerario de los sindicatos en busca de su personalidad independiente.
En todo caso, entiendo que se han llegado a unos niveles que se acercan a la
construcción de un sindicato unitario. Alguien
dijo que «la unidad sindical no es solamente un instrumento
sino un valor tan relevante como los objetivos que queremos alcanzar», y desde
luego dio en el clavo.
1.3.-- Manel García Biel aborda en las Reflexions d’un sindicalista inquiet hasta qué
punto las derechas políticas y económicas –con sus franquicias de toda
laya-- arremeten contra los sindicatos
haciendo del conflicto social una cuestión de orden público y de la huelga un
problema de código pena (1). Primera consideración: en todo nuestro largo
recorrido nunca nos fueron fáciles las cosas; segunda, si fuéramos un sujeto
cooptado, compadre acrítico de los cambios y transformaciones nos jalearían con
las palmas echando humo, pero perderíamos el consenso del conjunto asalariado desde
el ecocentro de trabajo.
(1) http://manelgarciabiel.blogspot.com.es/es
(1)
Radio Parapanda.-- LA SOCIALDEMOCRACIA EN TANGA y Mi nueva visita a China, con visita de fábricas en Hangzhou y reunión con la dirección de la ACFTU en Beijing. El primero de Paco Rodríguez de Lecea; el segundo de Isidor Boix.
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