viernes, 10 de enero de 2014

SOBRE LA TRANSICIÓN: A contracorriente



Homenaje a Cipriano García  


«La realidad se ha hecho guionista televisiva sin piedad; cada día entrega otro pedazo más del relato de una obsolescencia programada. La Transición no estuvo mal hecha; la Transición estuvo hecha para su tiempo y su tiempo se ha acabado hace ya una larga temporada. Y aunque la crisis económica y social haya sido el alcaloide que ha dejado a la vista su edad biológica, ha sido la victoria por mayoría absoluta de la derecha la que ha desatado sus formas más virulentas de desmontaje de un delicado equilibrio institucional». Este párrafo lo podemos leer en el contexto de un artículo reciente del profesor Jordi Gracia en El País.


Primer tranco


Sobre la transición se ha hablado hasta la angustia y, supongo, que su valoración todavía está pendiente de un juicio aproximadamente riguroso. Sirvan las líneas que vienen para que yo mismo reflexione al respecto. Entiendo que, hasta la presente, se han producido dos miradas sobre la transición. La más abundante parece ser la que le niega el pan y la sal; la minoritaria, especialmente la que viene desde los aledaños de quienes participaron en ella directa o indirectamente va en  dirección opuesta: la hipérbole más desparpajada. Me incomodan ambas interpretaciones. La primera elimina, tal vez conscientemente, la relación de fuerzas en presencia; la segunda recalca un tono triunfal, que no es el caso, pero no es sobre ésta sobre la que quiero hablar.

Entiendo que la mayor confusión se produce cuando los que niegan el pan y la sal a aquella situación le achacan los males del presente, haciendo abstracción de toda una serie de acontecimientos posteriores que nada tienen que ver con ella. En primer lugar, de un lado, la realidad de los grandes cambios y transformaciones tecnológicas y el acelerón que puso en marcha el proceso de globalización; por otro lado, la novedad que supuso en su día el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea y, en otro escenario (aunque vecino), la desaparición del sistema soviético y sus alrededores. En segundo lugar, y simultáneamente a lo anterior, la colonización que el neoliberalismo ha hecho de la economía y la política.

Digamos, pues, que es un tanto chocante que en esos golpes de trabuco no aparezca que el capitalismo financiero globalizado haya derrotado al capitalismo del ciclo fordista-keynesiano, acentuando su incompatibilidad con la democracia tal como la hemos conocido. Digamos, consecuentemente, que en esta nueva fase no se produce una alianza entre política y esos nuevos y grandes capitales sino una cooptación de aquella por éstos. Lo que me lleva a decir que los lodos actuales vienen, esencialmente, de unos polvos más recientes, concretamente de la post transición. Los lodos de hoy vienen del capitalismo financiero global, que ha modificado la composición orgánica del capital y, por ello, es otra organización capitalista con respecto a la precedente, también capitalista, pero de otra naturaleza.   

Por otra parte, estos arcabuzazos tienen una consecuencia lógica: las responsabilidades (desiguales, ciertamente) de las fuerzas políticas de hoy en la situación actual quedarían exculpadas, porque lo que pasa ahora viene en realidad de la transición. Lo que, por extensión, podría llevar a las almas de cántaro a inferir que las crisis de principios de los noventa (la crisis de las punto com) y la del 2008, que sigue viva y coleando, tienen su origen en la transición. Algo en lo que sorprendentemente no han caído ni los verdaderos causantes de ambas catástrofes ni los gobiernos, de diverso carnet de identidad, que se han sucedido para, también ellos, endosar las responsabilidades a la transición. 

La argumentación de los golpes de trabuco tiene un problema de fondo: si los males de hoy vienen de la transición, ¿cómo se explica que, tras ella en una primera fase, se pusieron en marcha una serie de nuevas plantaciones del Estado de bienestar por la presión de los sindicatos y ahora se desmantela todo aquello? ¿No será que también ciertos analistas se han contagiado de la sarta de anacolutos de la mayoría de la jerga política?


Segundo tranco


La transición fue el resultado de una determinada correlación de las fuerzas en presencia.  Que se dio en un contexto que hoy, vaya usted a saber por qué se olvida, de extrema fragilidad: los diversos terrorismos actuando --¿habrá que recordar no sólo el de Eta sino el de las excrecencias del franquismo asesinando a quemarropa a los abogados laboralistas de Atocha—casi diariamente; y las diversas conspiraciones de los militares, cuya máxima expresión fue Tejero y sus secuaces.  

Entiendo, por supuesto, que  debemos someter a crítica la transición sin ningún tipo de reparo: obviando el patrimonalismo hagiográfico de quienes la protagonizaron y el adanismo de quienes entienden que con ellos empieza la verdadera historia o, si se prefiere, la historia más pura e inmaculada. Por último, para el debate historiográfico, ¡doctores tiene esa iglesia! Un debate necesario de una fase que finalizó hace tiempo. 
        






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