«Si uno
dice la verdad, tarde o temprano será descubierto», afirmó un día Oscar Wilde;
si alguien organiza sistemáticamente una bronca, tarde o temprano pagará las
consecuencias, afirma un servidor en evidente plagio del maestro dublinés. Por
ejemplo, ayer lo pagó caro el Partido Popular, casi en su propio campo.
De los
diversos reportajes de la concentración madrileña de ayer, convocada por la Asociación de Víctimas
del Terrorismo, podemos afirmar que, aproximadamente, fue una patada en el arco
del triunfo de Mariano Rajoy y sus hermanos. Supongo que lo intuían, pero
sospecho que no pensaban en el diapasón de la protesta. Comoquiera que todavía
los comentaristas de alto copete no han escrito lo suficiente, me introduzco en
las aguas pantanosas del tema con este ejercicio
de redacción.
Entiendo
que la aspereza de la concentración en su relación con el grupo dirigente del
Partido popular puede leerse de la siguiente manera: es el resultado del
bipartidismo tabernario realmente existente en España. Este tipo de
bipartidismo se caracteriza porque cuando uno u otro partido está en la
oposición su comportamiento es de secano o, si se prefiere, de pedregal.
Estando en
la oposición, el núcleo duro del Partido popular tuvo una actitud desaforada
contra el PSOE y su política antiterrorista. Ayer recogieron parte de la
inmundicia que dejaron caer, hace tiempo, en los contenedores de la plaza
pública. Una inmundicia que llevó a un sector relevante de los concentrados a
tomar a las víctimas como excusa. Una excusa que, en esta ocasión, se orientaba
contra las vísceras de Maríano Rajoy y sus hermanos de guilda. Digamos, pues,
que hubo una versión del alguacil alguacilado. Por lo demás, pronto veremos las
consecuencias de este comistrajo. De todas formas, podemos sacar una primera conclusión: los cuervos que crió el PP le están comiendo las entrañas.
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