Paco
Rodríguez de Lecea
Querido José Luis, el panorama que dibuja el compañero Gustavo Vidal en
su artículo sobre los cerdos y las perlas podría hacerse realidad más pronto de
lo que él mismo supone (1). ¿Por qué no? El sindicato-centauro, con un pie
plantado en el universo de lo privado y el otro en el de lo público, es hoy en
día una especie en peligro de extinción. ¿No se están dando dentelladas feroces
a la sanidad y la enseñanza públicas, universales y gratuitas, y al sistema público
de pensiones? No es difícil deducir que muy pronto llegará también el turno de
la privatización del sistema actual de relaciones laborales; se anulará la
eficacia universal o erga omnes de
los convenios, y la “reforma” del mercado de trabajo convertirá a éste en una
jungla en la que todo se reducirá a un pulso descarnado entre las partes
contratantes y a un galope desaforado hacia los corporativismos de todo tipo.
Yo apostaría a que precisamente eso es lo que apunta Angela Merkel cuando
afirma que es necesario eliminar las “excesivas rigideces” de las relaciones
laborales en España.
Hace unos días Quim González nos daba una lección magistral sobre la
forma de utilizar el diálogo y la sensatez para conocer mejor a la contraparte
de un gran convenio colectivo de eficacia general; para saber antes de sentarse
a la mesa cuáles son las aspiraciones del otro, las líneas rojas que no
atravesará en ningún caso, las áreas en las que es posible una convergencia de
voluntades. Todo el minucioso saber hacer que Quim detalla, y sus consecuencias
medidas en resultados satisfactorios, “perlas”, extensivos a afiliados y no
afiliados, es calificado de “rigidez” por los neoconservadores, y
paradójicamente de “desperdicio” por el compañero Gustavo. Pues bien, si esa
perspectiva de encuentro fructífero entre partes desaparece, será una piqueta o
un cartucho de dinamita más para el derribo del Estado social que tantos años y
tantos esfuerzos ha costado levantar a los trabajadores y a sus sindicatos.
Volver a la época de las novelas de Arturo Barea, al tramo fundacional de la UGT de Paulino Iglesias, no
será un paso atrás; será un auténtico batacazo, digámoslo con toda claridad.
Por todas esas razones estoy contigo, José Luis, en la defensa decidida
del carácter público, no del sindicato en sí (¡ojo!), sino de la función de la
negociación en los niveles superiores a la empresa. Hay en ese terreno un
“monopolio” legal que se corresponde, como es justo, con una responsabilidad de
los sindicatos hacia quienes, sin estar organizados, son representados por él.
Esa responsabilidad conviene ejercerla puntillosamente, desde un compromiso
permanente, público y solemne. Esa es la función que le veo a la Carta de participación. Digo
más, me gusta porque es una forma de abordar la relación del sindicato con los
no afiliados a la ofensiva, como siempre nos pedía el compañero Paco Puerto. La
participación de los no afiliados, por lo demás, no es una medida novedosa en
la práctica del sindicato; se inscribe en una tradición larga y honrosa, y yo
diría incluso que está inserta en el ADN sindical, junto a los dos pilares que
sostienen todo el entramado del edificio: el carácter autónomo del sindicato, y su carácter voluntario.
De todos modos, me parece necesario ahondar un poco
más en la cuestión de los trabajadores no afiliados. No todos se engloban en un
mismo grupo: no todos ellos entran en el circuito de los beneficiados por la
negociación colectiva institucionalizada. Dicho de otro modo, la eficacia erga omnes de los convenios es en realidad,
en una parodia de fórmula matemática, “eficacia erga omnes menos X”.
La variable “X” representa en esta fórmula el porcentaje de trabajadores
a los que en la práctica no se aplica el convenio. Por descuelgue de la empresa
en unos casos, por naturaleza especial del contrato en otros, y en los más por
la existencia en el mercado laboral de amplios estratos de precariado,
subcontratación, TRADEs (autónomos dependientes, para quienes no conozcan la
sigla), y otras situaciones similares de difícil catalogación y clasificación,
que se pueden englobar en el cajón de sastre del trabajo en negro. A muchos no
afiliados se les puede etiquetar de No-No (no afiliados – no convenio), y
mientras el compañero Gustavo los llama ingratos, ellos por su parte consideran
a los sindicatos parte integrante de un sistema que les da obstinadamente la
espalda.
Conviene romper con esta
situación envenenada de resentimientos mutuos. Conviene trazar un mapa real del
empleo en negro: dónde se localiza, qué mecanismos utiliza, por qué medios
soslaya la legalidad, cómo en concreto se le puede hacer aflorar. Será una
tarea difícil, pero enormemente remuneradora para todos, la de abrir de par en
par las puertas del sindicato también a esta realidad. Atraer a los No-No al ámbito de la lucha colectiva solidaria ha
de ser preferible mil veces a amenazarles con la marginación sin remedio a
menos que paguen una cuota.
(1)
UGT, CCOO y echar perlas a los cerdos
Radio Parapanda. La foto,
realizada por Carles Vallejo, corresponde a la función teatral (un juicio
bufo), El jutge de la toga
florida (escrita por el
eminente dramaturgo Pedro López Provencio),
estrenada el día 10 de Mayo en el Casinet d´Hostafrancs como homenaje a Monserrat
Avilés. En la foto se encuentran
Josep Maria Rodríguez Rovira (abogado defensor de la acusada), el legendario Luis
Romero (testigo hostil del Fiscal) y José Luis López Bulla (Fiscal).
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