El mismo día que el Gobierno de Grecia y la troika han llegado a un acuerdo que permitirá al país recibir los nuevos tramos del rescate, el jefe negociador de la troika por parte del FMI, Poul Thomsen, ha reconocido que hasta ahora el ajuste de Grecia se ha basado "demasiado" en recortes salariales y de pensiones, así como en aumento de impuestos, algo que --afirmó-- ha sido "injusto" porque, además, no ha ido acompañado por un descenso equivalente de los precios.
Tres cuartos de lo mismo hubiera podido decir el caballero
desde, al menos, el inicio de la crisis en 2008. Que tras el primer impacto
--«hay que refundar el capitalismo», declaró Sarkozy-- los poderes
fácticos de la economía, la política y los piquetes mediáticos volvieron a
poner en marcha las mismas medidas que habían conducido a la crisis. Y así
sucesivamente. Hasta tal punto que el reciente informe del FMI vuelve a rebajar
las previsiones, prueba evidente de que las medidas que se imponen no sólo no resuelven
nada sino que, además, empeoran la situación. De momento podemos sacar dos
conclusiones: una, los dictados de estas políticas económicas no se basan en la
verificación científica del «error y acierto» sino en la concepción ideológica
que propone el neoliberalismo; dos, que la crisis se está utilizando sólo y
solamente para eliminar los poderes y controles de las sociedades democráticas
y, más concretamente, para relegitimar la violencia del poder privado.
Cuando, desde el FMI, se habla de una situación «injusta»
y no se propone su corrección, sino más de lo mismo lo que en realidad se está
haciendo es el reconocimiento de que la injusticia es el motor de propulsión.
Es la aplicación técnica de los planteamientos de Robert Nozick quien, con el mayor desparpajo, se
pregunta que de dónde sale la idea de que, por ejemplo, la atención médica o la
educación son bienes universales y no la peluquería o la carpintería que
también son necesarios. O cuando afirma que el «Estado mínimo» es más neutro
que el Estado social, siendo además [el Estado mínimo] menos corrupto. Un
Estado mínimo sólo dirigido a fines policiales, pero sin funciones de
redistribución de la riqueza, según Nozick. No es que a este caballero se le
fuera la olla, fue una elaboración concienzuda para intentar poner a raya las
´veleidades´ de John Rawls y su monumental Teoría de la justicia, todo un
caballo de Troya en el mismísimo corazón del mundo, los Estados Unidos.
Así las cosas, lo más inquietante de todo ello es que de
la preeminencia de la justicia (con independencia de cómo la pensara cada cual)
se ha pasado a la justificación de la injusticia como justicia, quiero decir a
la injusticia disfrazada de justicia. Que para Nozick y sus apóstoles no es un
oxímoron. Es, ante todo y sobre todo un constructo de nuevo estilo para la
nueva servidumbre voluntaria. En el fondo algo de ello se desprende de lo que
ayer escribía en este mismo blog el Magistrado Falguera: cabrá preguntar a la Comisión Europea de dónde ha sacado eso
que “la reforma [laboral] no acabe de cuajar, reside en la aplicación por
parte de los jueces de la legislación”.
Si no ando errado en demasía sería de esperar que la
izquierda nos dijera de qué manera se esfuerza por quitarle al personal ese
«velo de ignorancia». Por supuesto, allí donde esté el mencionado velo.
Piénsese en ello en el contexto del Primero de Mayo.
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