Raimon Obiols es uno de los políticos catalanes más
prestigiosos desde hace más de cincuenta años. Es una persona que
afectuosamente podríamos calificar como «rara avis»: tiene una sólida formación
intelectual, cosa infrecuente en esas alturas, una enorme preocupación por la
cultura y una patológica pasión por la lectura, extraña en sus colegas de
actividad pública. En cierta ocasión, en un debate parlamentario, Jordi Pujol
le espetó a modo de censura: «Lo que le ocurre a usted es que lee demasiado»;
Obiols le replicó: «Nunca lo suficiente». Por lo demás, nuestro hombre tiene
una importante obra escrita; yo destacaría tres libros que, hoy por hoy, siguen
teniendo una gran actualidad: «Los futuros imperfectos», «Catalunya oberta» y
«Patria humana, globalización en el siglo XXI». Lo chocante del caso es que sus
cofrades de partido, por lo general, no los han frecuentado lo suficiente y
algunos ni siquiera los han leído en
diagonal. Vale la pena decir que, me
consta, Obiols ha escrito de su puño y letra todos sus libros, lo que tampoco
es frecuente en los dirigentes políticos que acostumbran a tener una serie de
escribas sentados a su disposición: «es lo mínimo que se puede decir».
Precisamente «El
mínim que es pot dir» es el título de su autobiografía. Todo un título tan
austero como su mismo autor. Es un libro
de reciente publicación que me ha sorprendido gratamente porque más que una
autobiografía al uso tiene, por así decirlo, un carácter marcadamente «coral». Por
supuesto, es la autobiografía de Obiols pero, contrariamente a los cánones del
género, el personaje central no aparece desmesuradamente y ni siquiera
acompañado sino participando, como se ha dicho, «coralmente».
Tan sólo una cosa me ha sorprendido. No aparece en
este libro, de 447 páginas, el nombre de Justo Domínguez. Y lo mínimo que se
puede decir es que lo encuentro chocante. Justo Domínguez fue secretario
general de UGT de Catalunya entre 1983 y 1990 y Obiols lideró el socialismo
catalán entre 1983 y 1996; es decir, ambos dirigentes compartieron siete años
dirigiendo, uno, el sindicato y el otro el partido. Así pues, nos quedamos sin
saber, desde la óptica de Obiols, el carácter de aquellas relaciones entre el sindicato
y el partido que, durante el mandato de Justo, significan en una discontinuidad;
esto es, en la fatigosa búsqueda de la independencia del sindicato con relación
al partido «hermano»: una situación que se ha ido consolidando en UGT, siendo
Justo el que puso la primera piedra en esa construcción. Fueron, todos lo sabemos, unas relaciones conflictivas que terminaron con la salida de la escena del sindicalista. Con o sin relación con
la ausencia de Justo en esta autobiografía tampoco aparece en la obra la
gigantesca movilización catalana (también en toda España) del 14 de diciembre famoso.
Lo cual no deja de ser, de igual modo, un tanto chocante. Y un tanto
sorprendente porque Raimon Obiols ha sido, en mi opinión, el dirigente
socialista catalán que ha tenido mayor sensibilidad social desde unas
posiciones inequívocamente de izquierdas.
En todo caso, para un servidor ha sido un placer haber
visitado la autobiografía del «hombre que leía demasiado». De aquel que
respondió con un «nunca lo suficiente».
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