INSISTIENDO EN LA «REFUNDACIÓN DEL SINDICATO»
El otro día iniciamos el primer artículo de una
serie sobre lo que Ignacio Fernández Toxo denomina la «refundación
del sindicato». En un principio intentaré, incluso asumiendo el
riesgo de desorden expositivo, abordar los temas de manera fragmentaria con la
idea de que finalmente todo ello pueda converger en algo orgánico. Pero también hay en esta forma expositiva una cierta
picardía: recordar a los amigos, conocidos y saludados que la importante
propuesta del primer dirigente de Comisiones Obreras no es (sobre todo, no
puede ser) un concepto mediático desprovisto de chicha. En esta ocasión
abordaré la relación entre «refundación del sindicato» e «independencia
sindical».
Es un hecho que históricamente (en concreto en la mayor parte de la
biografía del sindicalismo) se ha dado una supeditación de éste con relación al
partido político, de ahí que la autonomía sindical estuviera reducida a unas
cuantas parcelas que, aunque importantes, no negaban la premisa mayor. Más
adelante (no es cuestión aquí de poner fechas) se fue abriendo el camino de la
búsqueda, siempre fatigosa, de la independencia. Los sindicalistas de mi generación
fuimos abriendo una brecha en ese sentido con un proyecto (incompleto) de
investigación de ruptura de amarras que comprendía incluso ciertas normas
estatutarias como, por ejemplo, la incompatibilidad de que recayeran en la
misma persona determinadas responsabilidades políticas, institucionales y
sindicales. Esta norma, que en un principio no fue muy popular y que fue
desigualmente seguida, está ya –según mis referencias-- plenamente asumida y aplicada. En todo caso,
la fase que vivimos los sindicalistas de mi quinta en lo que denominábamos la
relación entre «partido» y «sindicato» fue de tensión creativa y de
coexistencia o, en otros casos, de conllevancia entre prácticas independientes
o de supeditación a la vieja escuela. Sin embargo, la tendencia estaba marcada
en la práctica hasta llegar a la plena asunción de la independencia del sujeto
sindical. Más todavía, el sindicato fue asumiendo toda una serie de
intervenciones (con prácticas negociales propias) en materias anteriormente
reservadas en exclusiva a los partidos políticos, tales como una serie de
materias en el escenario del Estado de bienestar.
Ahora bien, como no hubo un momento concreto (un día D y una hora H) de
proclamación de la independencia del sindicato –cosa lógica, por otra parte—
aquello no concitó una reflexión. No se trataba, ciertamente, de un debate
metafísico, pero sí de algo de esta guisa: ya que esto (la independencia
sindical) es una parcial, aunque relevante, «refundación», ¿cómo actuar en este
nuevo eje de coordenadas? Para el sindicato, en la nueva situación, lo
importante no fue el verbo sino la práctica. Bien hecho, me digo.
Ahora, por otra parte, el desafío que ha lanzado Toxo es el momento de
recordar que la «refundación del sindicato» se plantea en el contexto de la
mayoría de edad del sujeto sindical: la criatura, aunque tarde, se ha
emancipado de la casa paterna (o materna).
Una emancipación que, además, debería propiciar una mayor acumulación de
prácticas participativas, un mayor carácter de sujeto extrovertido: una
democracia próxima. Con normas y reglas obligatorias y obligantes.
Una curiosidad, ¿por qué pone usted en lo de la "refundación del sindicato" a dos jóvenes "de los tiempos de antaño", entre los que reeconozco al que fue mi profesor en la UCM en el lejano 1982, Don Joaquin Aparicio? Le saludo con respeto, porque su blog es para mi un referente fundamental en mi reflexión político-social
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